10 STAR WARS Y STAR TREK
‘Hasta el Armagedon no habrá salam ni habrá shalom.’ (Johny Cash, 'When the Man Comes Around')
En los años setenta George Lucas en compañía de sus socios y amigos Francis Ford Coppola y Steven Spielberg incorporaron a la industria de Hollywood nuevas tecnologías de filmación, sonido, montaje y efectos especiales. La primera película de George Lucas, estrenada en 1971, es una distopía futurista titulada ‘THX 1138’ inspirada en ‘1984’ de Goerge Orwell, ‘Nosotros’ de Yevegeni Zamiatin, y ‘La máquina se para’ de E. M. Forster.
Apenas unos años más tarde George Lucas alcanzó un éxito extraordinario con ‘Star Wars’ (1977), estrenada en España como ‘La guerra de las galaxias’, película encuadrada dentro de un subgénero de la ciencia ficción conocido como ‘space opera’ (ópera espacial), cuyas primeras obras se publicaron en revistas ‘pulp’ de finales del siglo XIX. Sus creadores encontraron en la ópera espacial un buen vehículo para trasladar al espacio exterior los viejos temas de las novelas de aventuras.
Cuatro décadas después del estreno de su película original ‘Star Wars’ es la saga cinematográfica de mayor éxito de la historia de Hollywood hasta el punto de formar parte de la cultura popular no solo de los Estados Unidos sino de todo el planeta. Sus películas, videojuegos, juguetes, atracciones de parques temáticos y productos de merchandasing generan ingresos anuales superiores a las de cualquier otra franquicia de ficción.
La saga de George Lucas está ambientada en una galaxia ficticia compuesta por varios planetas dominados por el Imperio Galáctico, régimen despótico contra el cual lucha la Alianza Rebelde de la que forman parte Han Solo y Luke Skywalker. El propio George Lucas ha manifestado en varias entrevistas que el trasfondo militar y político de ‘Star Wars’ tiene ecos de la guerra de Vietnam. Como hiciera en su día el Viet Cong (Frente Nacional de Liberación de Vietnam) la Alianza Rebelde obtiene importantes victorias a pesar de enfrentarse a un imperio muy superior en recursos humanos y tecnológicos.
Además de la guerra de Vietnam otros acontecimientos de gran trascendencia histórica como la transformación de la República Romana en el Imperio Romano y de la República de Weimar en el Tercer Reich inspiraron a George Lucas para crear el Imperio Galáctico que emerge tras de la caída de la República Galáctica. En palabras del propio Lucas ‘Star Wars’ es en su origen una reflexión política sobre la constitución de imperios distópicos a partir de repúblicas decadentes.
En marzo de 1983 Ronald Reagan anunció el despliegue de más de 2.200 satélites militares equipados con armas de última generación con objeto de intimidar a la Unión Soviética. Su ambicioso programa militar llevaba el nombre de Strategic Defense Initiative o SDI (Iniciativa de Defensa Estratégica) pero por su gigantismo tecnológico fue rebautizado en los medios de comunicación como ‘Star Wars’.
La ‘guerra de las galaxias’ de Reagan rompió con las estrategias de disuasión nuclear y con las políticas de contención y detente entre los EEUU y la URSS adoptando las recomendaciones del ala más conservador del Partido Republicano. Adoctrinado por Leo Strauss el movimiento neocon había nacido algunos años antes como reacción a las doctrinas pacifistas del Partido Demócrata. Los neocons consideraban necesario el incremento del presupuesto militar y la ampliación de las agencias de espionaje así como recurrir a la guerra sucia para combatir la expansión del comunismo en el mundo.
La lista de intelectuales neocons que han ejercido una gran influencia en Washington durante las últimas décadas es larga: Norman Podhoretz, Daniel Bell, Irving Kristol, Charles Murray, Richard Perle, o Paul Wolfowitz. También han sido en su momento parte del movimiento neocon Francis Fukuyama y Samuel Huntington, autores de los dos best-sellers políticos de mayor impacto mediático de finales del siglo XX: ‘El fin de la historia’ y ‘El choque de civilizaciones’.
En ‘El fin de la historia y el último hombre’ (‘The End of History and the Last Man’, 1992) Francis Fukuyama desarrolló la tesis del final de la lucha de ideologías como resultado del triunfo universal del neoliberalismo tras el fin de la Guerra Fría. Nacido en Chicago aunque de origen japonés Fukuyama en su famoso libro venía a decir que las viejas corrientes políticas ya no iban a ser necesarias una vez superadas por la supuesta neutralidad ideológica del libre mercado.
Según Fukuyama el fin de los conflictos políticos debería traer consigo el fin de las guerras y las revoluciones una vez que las sociedades humanas aprenden a satisfacer sus necesidades a través de las actividades económicas. Treinta años después de ‘El fin de la historia’ el propio Fukuyama ha terminado reconociendo que el neoliberalismo es responsable de algunos de los peores problemas que afronta el mundo en el siglo XXI. En palabras de Fukuyama: ‘Debo reconocer que no supimos ver las externalidades negativas del sistema de libre mercado’.
‘El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial’ (‘The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order’, 1996) es el título del otro famoso ensayo de finales del siglo XX. Su autor, Samuel Huntington, pronosticó un siglo XXI marcado por conflictos permanentes entre civilizaciones humanas separadas no tanto por la ideología ni por la economía sino por la religión.
Pero por encima de Samuel Huntington o Francis Fukuyama el gran gurú del movimiento neocon fue Leo Strauss, un profesor judío de filosofía política de la Universidad de Chicago nacido en 1889 en Alemania y emigrado en 1938 a los Estados Unidos que forjó su carrera académica en torno a la idea de la corrupción de Occidente como consecuencia del nihilismo hedonista de la sociedad moderna.
Para Leo Strauss la única manera de conseguir que la sociedad occidental permanezca atada a los principios judeocristianos es manteniendo a los ciudadanos constantemente engañados y atemorizados mediante el uso no solo de los mitos religiosos sino también de las ‘nobles mentiras’ intelectuales, necesarias para canalizar los sueños y las pesadillas de las masas.
Más allá de su espeso discurso filosófico a Strauss le encantaban las películas de vaqueros de Hollywood, especialmente ‘Gunsmoke’ (traducida en España como ‘La ley del revólver’), la serie con más episodios de la historia de la televisión después de ‘Los Simpson’. Al parecer se la recomendaba a sus alumnos de la Universidad de Chicago como la mejor manera de comprender la idea de que la vida es básicamente una guerra eterna entre buenos y malos.
Para los neocon straussianos no queda más remedio que hacer uso de las nobles mentiras o de otro modo la civilización occidental será devorada por sus debilidades internas y por las civilizaciones rivales. Para comprender la esencia filosófica de Leo Strauss y el movimiento neocon merece la pena ver un documental de Adam Curtis titulado ‘El poder de las pesadillas’ (‘The Power of Nightmares’, 2004).
Curtis explica con su habitual maestría en este imprescindible documental cómo la guerra entre el capitalismo occidental y el islamismo radical más que una guerra de civilizaciones es una guerra entre dos fundamentalismos puritanos y maniqueos apegados a la cosmovisión del padre autoritario y represor.
Lo mismo puede decirse de la Nueva Guerra Fría entre Rusia y la OTAN, cuyo principal responsable, Vladimir Putin, es básicamente un tradicionalista-nacionalista de extrema derecha, nostálgico de los valores familiares heteropatriarcales.
Además de retratar a Leo Strauss, ‘El poder de las pesadillas’ se centra en la figura de Sayyed Qutb, un escritor y periodista egipcio que indignado por el proceso de occidentalización de los países árabes acabó abanderando los sectores más radicales del islam que reclaman el sometimiento de todas las leyes humanas a la ética del Corán.
En 1966 Qutb fue ejecutado tras ser condenado por el intento de asesinato del presidente egipcio Gamal Abdel Nasser, a quien consideraba un traidor a los ideales islámicos. La filosofía radical de Sayyed Qutb tuvo continuación en Ayman Zawahiri, Osama Bin Laden, los talibanes afganos y otros fanáticos de la yihad hermanados por un mismo sueño: la creación de un Estado Islámico internacional administrado bajo la ley de la sharia.
En el interior del mundo islámico siempre ha habido diversas facciones y un largo conflicto entre chiítas y suníes a la vez divididos en una diversidad de doctrinas, moderadas y radicales, aperturistas y retrógradas, violentas y pacifistas. La rama más extremista del islam suní es el wahabismo, llamado así por Muhamad Ibn Abd-al-Wahhab, el ulema que junto a la familia Saud fundó Arabia Saudí.
El wahabismo es una modernización del salafismo, la versión más puritana de la religión islámica, dentro de cuyo marco nace el yihadismo o guerra santa contra el infiel. Pero no todo el islam es puritano y retrógado porque en su seno también han cabido interesantes movimientos de tradición mística y humanista.
Sayyed Qutb y Leo Strauss fueron ambos grandes eruditos, los dos estaban convencidos del papel superior que la religión necesita ocupar sobre la política y la economía, los dos dedicaron sus obras a combatir los hábitos de vida libertinos y el relativismo moral, los dos creían que la vida es una batalla entre buenos y malos, y los dos predicaron la doctrina de las nobles mentiras y la guerra eterna.
Sobre la íntima relación entre la extrema derecha y el islamismo radical ha profundizado Moussa Bourekba, profesor asociado de la Universidad Ramon Llull. Su principal conclusión es que ‘la extrema derecha violenta y el yihadismo en el fondo comparten una misma cosmovisión’.
Exactamente lo mismo puede decirse de los referentes intelectuales de Vladimir Putin, todos ellos pensadores alineados en la extrema derecha más puritana y heteropatriarcal. Los pensadores nacionalistas ultraconservadores radicalmente tradicionalistas están lo mismo en la base de del putinismo ruso como de la Alt-Right norteamericana y europea: Alexander Dugin, Julius Evola, Carl Schmitt, Oswald Spengler, o Alain de Benoist, entre otros.
Cuando los neocon straussianos convencieron a George W. Bush de invadir Irak haciendo uso de la ‘noble mentira’ de las armas de destrucción masivas que supuestamente poseía el gobierno de Saddam Hussein incluso Francis Fukuyama se echó las manos a la cabeza para terminar renegando de sus correligionarios debido a su desmedida obstinación por exagerar la amenaza del terrorismo islámico.
‘Siempre me he considerado un neocon –ha dicho Fukuyama- y siempre he estado orgulloso de llevar esa etiqueta, siempre he pensado que compartía un punto de vista en común con la mayoría de los neoconservadores en materia de asuntos internacionales incluyendo a varios de mis amigos y conocidos que trabajaron en la administración de George W. Bush. Sin embargo a diferencia de la mayoría de mis camaradas nunca fui persuadido de la necesidad de hacer la guerra de Irak, además me siento cada vez más consternado a medida que observo la deriva de la política exterior norteamericana’.
A diferencia de muchos de sus colegas Fukuyama nunca fue seguidor de las doctrinas esotéricas de Strauss, consecuentemente los neocons más extremistas le consideran un traidor y algunos incluso le han llegado a acusar de antipatriota, otros incluso le han llamado antisemita por sugerir que la amenaza del terrorismo islamista para los Estados Unidos ha sido exagerada debido a la excesiva presión que ejerce el lobby israelí en Washington.
De Fukuyama podemos decir que es un neocon y neolib arrepentido. Para terminar de indignar al sector más reaccionario del Partido Republicano, Fukuyama ha llegado a decir que mientras los gobiernos de los Estados Unidos no solucionen el grave problema relacionado con la pobreza interna que sufre el país no deberían ir por el mundo derrocando gobiernos por antidemocráticos que sean.
A diferencia del 'traidor' Fukuyama entre los políticos neocons de espíritu más straussiano destacó en su día Donald Rumsfeld, el que fuera Secretario de Defensa en el Gobierno de Gerald Ford de 1975 a 1977 y de George W. Bush entre 2001 y 2006. Rumsfeld también ocupó cargos de Estado con Reagan siendo uno de los principales artífices de la Iniciativa de Defensa Estratégica.
Tras el atentado islamista contra las Torres Gemelas del 11 de septiembre de 2001 Rumsfeld apeló a una intervención militar masiva en Oriente Medio, siendo el cerebro intelectual de la Operación Libertad Duradera en Afganistán, de la invasión de Iraq de 2003, y del empleo de métodos de tortura en Abu Ghraib y Guantánamo.
Otro de los neocons más straussianos y beligerantes de Washington fue Dick Cheney, vicepresidente de George W. Bush desde 2001 hasta 2009. Viejo amigo de Rumsfeld, con quien inició su carrera política en los años sesenta en la Administración Nixon, Cheney defendió la guerra contra Irak sin necesidad de contar con el respaldo del Consejo de Seguridad de la ONU.
La empresa Haliburton que Cheney presidió entre 1995 y 2000 fue no por casualidad una de las compañías encargadas de la reconstrucción de Irak tras obtener algunos de los contratos más lucrativos con el Pentágono. Dada la enorme influencia que ejerció en Washington durante la primera década del presente siglo Cheney se ganó el apodo de Darth Vader, el personaje de ‘Star Wars’ que representa la fuerza oscura del Imperio Galáctico.
Después de contar los entresijos del crack de 2008 en ‘La gran apuesta’ el director Adam McKay rodó ‘Vice’ (2018), traducida en España como ‘El vicio del poder’ y en algunos países de Latinoamérica como ‘El vicepresidente: Más allá del poder’. Es una película muy recomendable para profundizar en la vida y la personalidad de Dick Cheney, magistralmente interpretado por Christian Bale. ‘Me gustaría dar las gracias a Satán por darme la inspiración para interpretar este papel’ dijo Bale al aceptar el Globo de Oro a la mejor actuación dramática del año.
Tanto Dick Cheney como Donald Rumsfeld formaron parte del núcleo fundador del Proyecto para el Nuevo Siglo Americano (Project for the New American Century o PNAC), uno de los más influyentes think-tanks conservadores, nacido a finales de los años noventa con el propósito de reforzar el liderazgo de los Estados Unidos en la Postguerra Fría mediante la neutralización de cualquier enemigo potencial dispuesto a poner en riesgo la hegemonía norteamericana en el tablero geopolítico internacional. El Proyecto para el Nuevo Siglo Americano mantiene estrechas relaciones con Israel y apoya al derechista Partido Likud de Ariel Sharon y Benjamin Netanyahu.
‘Star Trek’ (traducido en algunos países de habla hispana como ‘Viaje a las estrellas’) es otra ‘space opera’ de gran éxito popular originalmente creada por Gene Roddenberry como serie de televisión para la NBC. Empezó a emitirse en 1966 y en poco tiempo se convirtió en un extraordinario fenómeno de culto. Sus fanáticos se hacen llamar ‘trekkies’ y celebran convenciones disfrazados de los diferentes personajes que aparecen en las películas y series que junto a los cómics, juguetes y productos de merchandasing forman parte de su imperecedera franquicia.
Gene Roddenberry fue piloto de aviones y policía de Los Ángeles antes de escribir y producir cine y televisión. Con auténtico espíritu progresista Roddenberry soñaba con un mundo futuro sin hambre ni pobreza donde todas las necesidades básicas estuvieran cubiertas gracias a la tecnología de tal modo que la humanidad logra superar definitivamente los males asociados con la necesidad de acumular posesiones, como son las guerras, el racismo y las desigualdades.
‘Star Trek’ es en principio una utopía progresista donde el dinero no existe y su protagonista es una nave espacial de financiación pública y con una misión pacificadora, el famoso Entreprise. Como parte de su tripulación encontramos seres humanos de diferentes razas y sexos conviviendo en armonía con individuos de otros planetas. La principal misión del Enterprise es fomentar la alianza de civilizaciones mancomunadas en torno a la Federación Unida de Planetas.
Muchos de los avances tecnológicos que en su momento aparecieron en ‘Star Trek’ hace ya más de cincuenta años han dejado de ser ciencia ficción, caso de los teléfonos móviles, las pantallas táctiles, los escáners médicos, el GPS, las memorias USB o las nanosondas, pero la clave del nuevo mundo soñado por Gene Roddenberry es el replicador, una especie de impresora en 3D que termina con el vigente concepto de escasez económica.
Cuando la tripulación del Enterprise necesita agua, alimentos, medicinas o piezas de recambio para la nave, recurren al replicador, capaz de crear cualquier cosa. En la actualidad la impresión en 3D de edificios o automóviles se encuentra en las primeras fases de desarrollo y es parte de la Internet de las Cosas que en el futuro podría transformar el vigente paradigma capitalista basado en la escasez para dar paso a la economía de la abundancia, o en otras palabras a la ‘sociedad del coste marginal cero’ de Jeremy Rifkin.
Roddenberry comparte el mismo sueño de Rifkin y demás gurús del procomún colaborativo y los códigos abiertos. Liquidados los costes marginales de la producción de bienes entraríamos en una nueva era de gratuidad y abundancia que cambiaría radicalmente nuestra forma de relacionarnos.
Según el ideario de ‘Star Trek’ una vez cubiertas nuestras necesidades básicas las guerras no tendrían sentido y el enriquecimiento intelectual y espiritual prevalecería sobre la acumulación de activos, por eso en la Federación Unida de Planetas el dinero solo existe en forma de créditos federales que sirven exclusivamente como unidad de cambio para facilitar el comercio interplanetario.
Peter Thiel, el más profundamente capitalista de entre todos los nuevos moguls de Silicon Valley, ha manifestado públicamente su animadversión hacia ‘Star Trek’ por propagar ideas pacifistas y socialistas. Después de fundar PayPal, empresa de pagos alternativos a los cheques y giros tradicionales, Thiel se especializó en lanzar startups hasta convertirse en el mogul de mayor alcance de toda la industria digital. Thiel posee un patrimonio neto de 1.300 millones de dólares además de ser accionista y miembro del consejo de administración de Facebook y otras empresas del sector.
Peter Thiel es un buen aficionado al cine fantástico hasta el punto de haber tomado el nombre de una de sus empresas, Palantir, de la bola de cristal de ‘El señor de los anillos’ que Sauron utiliza para vigilar a sus enemigos. Palantir proporciona análisis de big data y está dividida en dos departamentos: Palantir Gotham y Palantir Metropolis, que respectivamente toman sus nombres de las ciudades ficticias de Batman y Superman. Palantir Gotham trabaja en el área del contra-espionaje para gobiernos y agencias de seguridad mientras los clientes de Palantir Metrópolis son fondos de cobertura, bancos y empresas de servicios financieros.
Para Peter Thiel ‘Star Trek’ es una utopía irrealizable porque a su modo de ver la vida es una jungla social-darwiniana que debe arrojar un saldo de ganadores y perdedores. Como hobbesiano darwinista, anarco-capitalista, neonacionalista y extremista de derechas, a Thiel la alianza de las civilizaciones le parece una idea ingenua e imposible dado que el hombre es un lobo para el hombre como decía Hobbes y la historia de la humanidad está determinada por las guerras para controlar las tierras y los recursos.
¿Por qué nos odian? se preguntaban los norteamericanos después del 11-S. La mayoría sigue viviendo como si los Estados Unidos no tuviera nada que ver con la explosión del yihadismo cuando como decía el escritor israelí Amos Oz lo que hay más bien es un conflicto entre dos formas de fundamentalismos obsesionados con las profecías de los libros sagrados y el concepto de la guerra eterna.
Amos Oz creció en Jerusalén, ‘ciudad ideal para estudiar fanatismo comparado’, donde llegó a la conclusión de que ‘la problemática entre Israel y Palestina no es un conflicto entre árabes y judíos sino entre fanatismo y pluralismo. El fanatismo es más viejo que el islam, que el cristianismo, que el judaísmo. –añade Amos Oz- Más viejo que cualquier Estado, gobierno o sistema político. Más viejo que cualquier ideología o credo del mundo al ser un componente siempre presente en la naturaleza humana'.
Del fanatismo y la violencia ni siquiera escapan religiones aparentemente pacifistas como el budismo, del cual forman parte algunas escuelas extremadamente puristas y ultraconservadoras. Myanmar es un país mayoritariamente budista con una larga historia de gobiernos militares y monjes radicales como Washin Wirathu, tristemente famoso por su discurso de odio hacia las minorías musulmanas del país. En Sri Lanka también ha crecido en los últimos años el budismo de línea dura predicado por líderes como Galagoda Athte Gnanasara.
En la actualidad el viejo debate entre Hobbes y Rousseau sigue estando vivo entre quienes creen posible la alianza de las civilizaciones y quienes consideran inevitable el choque permanente entre ellas. Es el mismo debate que en el siglo XIX enfrentó a los darwinistas sociales que entienden la vida como una lucha constante por la supervivencia de los más fuertes, y los kropotkinistas utopistas que apostaban por un escenario de paz, colaboración y ayuda mutua.
El utopismo kropotkinista enfrentado directamente con el darwinismo social pecó de ingenuidad pero a pesar de sus defectos estructurales la Unión Europea es un buen ejemplo de convivencia y paz posibles porque nos pasamos siglos guerreando españoles, franceses, ingleses, o alemanes. Hemos tardado cientos de años en comprender que es mucho más inteligente olvidar nuestros instintos primitivos más nacionalistas para crear una moderna sociedad de pueblos hermanados.
‘Paz, confianza y un equilibrio económico armonioso para todos los países del globo íntimamente relacionados es el único objetivo que vale la pena proponerse’ decía Keynes. Pero sus ideas fracasaron en Bretton Woods y hoy día el radicalismo religioso de los puritanos sigue pertrechado tras las políticas de la economía de la escasez. Es la vieja filosofía de la guerra eterna la que continúa entendiendo el mundo en términos de ganadores y perdedores. Y es el mismo dilema de siempre y la gran pregunta que Gene Roddenberry se hizo con ‘Star Trek’, la gran pregunta que deberíamos hacerle a los extraterrestres en caso de encontrarnos algún día frente a ellos en algún lugar del cosmos: ¿Competimos o compartimos?