14 ESPÍRITUS MONETARIOS
‘El dinero es como el estiércol: solo es bueno si se esparce’.
(Francis Bacon)
El Siglo de Oro español es un periodo histórico cargado de brillantes creaciones literarias que coincidió con la conquista de América y que se extendió hasta más allá del siglo XVI. Paradójicamente aquella extraordinaria explosión de las letras españolas coincidió con una larga crisis económica provocada por el mal uso del oro y la plata descubierta en el Nuevo Mundo.
El historiador económico Earl J. Hamilton publicó en 1934 ‘El tesoro americano y la revolución de los precios en España, 1501-1650. (‘American Treasure and the Price Revolution in Span, 1501-1650), obra de referencia que explica cómo la fiebre del oro y la plata que llegó a España desde las minas americanas provocó un doloroso proceso de inflación monetaria y otros males asociados.
El incremento del precio de las materias primas y de la mano de obra perjudicó a las manufacturas españolas al perder competitividad en comparación con las del resto de Europa. Además una gran parte de la riqueza que llegaba de América terminó en poder de los grandes bancos y prestamistas europeos a través de los pagos que la corona española se veía obligada a realizar en el extranjero para financiar sus guerras imperialistas.
Francisco de Quevedo llegó a mencionar a los banqueros genoveses en uno de sus poemas más memorables, escrito en 1603: ‘Madre, yo al oro me humillo/ él es mi amante y mi amado/ pues de puro enamorado de continuo anda amarillo./ Que pues doblón o sencillo/ hace todo cuanto quiero/ poderoso caballero es don Dinero. / Nace en las Indias honrado / donde el mundo le acompaña;/ Viene a morir en España/ y es en Génova enterrado/ Y pues quien le trae al lado/ es hermoso aunque sea fiero / poderoso caballero es don Dinero’.
Los mejores escritores de la época constataron junto a los progresos de los banqueros la proliferación de mendigos, ladrones, prostitutas, vagabundos, bufones, y pícaros de toda clase, todo en paralelo al auge de la nobleza cortesana y parasitaria que ante la fuga del oro y la plata incurrió en un masivo atesoramiento de estos metales preciosos muy valorados como refugio de valor y herencia transmisible de generación en generación.
La llegada masiva de oro y plata agudizó a la vez la escasez de circulante y el deterioro de las auténticas fuentes de riqueza de la nación. En vez de modernizarse para invertir en negocios industriales la nobleza castellana prefirió en su mayoría vivir de las rentas y aumentar la importación de productos manufacturados de fabricación extranjera destinados al lujo y la ostentación.
Con la nobleza acomodada y la corte axfisiada por el coste de las guerras y los intereses de los banqueros, muchos ciudadanos se vieron en situación de pobreza y desesperación hasta el punto de terminar en grandes números formando parte del clero católico por mera supervivencia ya que trabajando para la Iglesia podían acceder a una vida segura sin carencias económicas.
Así pues los colonos españoles trajeron de América enormes cantidades de oro y plata que sin embargo no sirvieron para que mejorara el bienestar de la ciudadanía sino todo lo contrario. ‘El no haber dinero, oro ni plata en España es por haberlo, y el no ser rica es por serlo’ llegó a decir el arbitrista Martín González de Cellorigo.
Miguel de Cervantes en ‘Rinconete y Cortadillo’, una de sus más leídas ‘Novelas Ejemplares’, narró la proliferación de monasterios y cofradías, así como la necesidad de recurrir a la delincuencia para sobrevivir en Sevilla, donde estaba centralizado el comercio con América. En plena decadencia moral y económica del imperio español surgieron hampones fariseos de fe católica que en misa rezaban con pasión el rosario mientras a la vez se dedicaban a realizar robos y extorsiones.
Para rematar el cuadro de la época la expulsión de los judíos tuvo un efecto muy negativo en la economía española pues precisamente ellos eran los que más nociones tenían del manejo moderno de las finanzas. Acusados de usureros por su condición de prestamistas los judíos expulsados de España emigraron a Holanda donde fueron pioneros en establecer los cimientos del moderno monetarismo capitalista.
Cuando acuaciado por la necesidad de obtener más dinero para costear sus guerras Felipe II decidió emitir sin respaldo metálico las llamadas ‘monedas de vellón’ que reducían la aleación del oro y la plata con metales no preciosos como el cobre o el zinc, los arbitristas se echaron las manos a la cabeza y pidieron como solución restringir el dinero circulante.
Uno de los arbitristas de Felipe II, Luis Ortiz, aconsejó al monarca que redujera la emisión de dinero para mantener la inflación a raya y restringir la expansión monetaria para premiar el ahorro. Ortiz fue de los primeros en establecer la llamada ‘teoría del valor-escasez’ y además de restringir el flujo monetario le recomendó a Felipe II aumentar la productividad de la nación mediante el endurecimiento de las leyes de vagos.
Muchos otros arbitristas de la Escuela de Salamanca como Martín de Azpilicueta o Martín González de Cellorigo retomaron más tarde el legado de Luis Ortiz, centrándose en el estudio de la relación entre inflación y expansión monetaria. El jesuita Juan de Mariana estudió a fondo el problema de la inflación como fenómeno monetarista en su obra ‘Tratado y discurso sobre la moneda de vellón’, cuya primera edición de 1609, escrita en latín, se tituló ‘De monetae mutationi’ (‘Sobre la alteración de la moneda’).
Según algunos historiadores económicos la inflación podría haber estado no solo en el origen de la decadencia del Imperio Español sino también del Imperio Romano y de algunas otras grandes civilizaciones. Más recientemente la ascensión al poder del nazismo se ha llegado a explicar a partir del caos económico y el desencanto social provocado por el durísimo proceso de hiperinflación que sufrió Alemania tras la Primera Guerra Mundial.
Lo primero que podemos aprender de la historia de la macroeconomía monetaria es que mantener la oferta de dinero atada al oro puede llevar a un estrangulamiento del sistema económico, pero es evidente que el envilecimiento de la moneda implica la degradación del dinero metálico al reducirse su proporción de metal fino en la aleación, lo cual también tiene riesgos gravísimos.
Sin embargo la inflación no es un fenómeno exclusivamente provocado por la emisión excesiva de dinero. Al margen de la elevada oferta monetaria propiciada por los bancos centrales, el shock de oferta y demanda resultado de la pandemia del coronavirus y la guerra de Ucrania son episodios que están directamente relacionados con el fuerte incremento de precios que el mundo está sufriendo desde 2020.
Las grandes empresas con poder oligopólico han podido incrementar sus márgenes de beneficio durante la crisis de inflación provocada por los cisnes negros de la pandemia y la guerra. Del mismo modo en los años setenta del siglo pasado la inflación responsable del gran giro político que dio paso a la era neoliberal se desató con el boicot adoptado por los países árabes exportadores de petróleo como represalia por la guerra árabe-israelí del Yon Kipur.
Otro factor importante en muchos procesos inflacionarios de la historia es la especulación financiera tal como ocurre en Argentina desde hace varias décadas. Es verdad que Perón logró mejorar las condiciones de vida de las clases medias y bajas pero emitió demasiado dinero sin respaldo, sin embargo las evidencias históricas demuestran que la eterna inflación argentina no es patrimonio exclusivo del peronismo.
Desde Celestino Rodríguez, ministro de Economía de Isabelita Perón bajo el auspicio del ‘Brujo’ López Rega, a Ricardo Zinn, autor intelectual del infame ‘Rodrigazo’ de 1975, pasando por José Alfredo Martínez de la Hoz, gurú del general Jorge Rafael Videla, todos los que han intentado abordar el problema de la inflación bajo pautas neoliberales han fracasado estrepitosamente.
En 1988 bajo la presidencia de Raúl Alfonsín el país llegó a sufrir una espiral hiperinflacionista marcada por una elevadísima deuda externa heredada no solo del peronismo sino de la dictadura militar, periodo en el cual el país se endeudó hasta los 45 mil millones de dólares.
Además del alto endeudamiento externo otros factores como la especulación financiera, la caída de los precios de las materias primas o la corrupción e ineficacia de las empresas públicas, agravaron los desequilibrios macroeconómicos hasta el punto de sumir al país en una espiral de eterna ‘inflación inercial’ que a día de hoy sigue causando estragos en la Argentina gobierne quien gobierne.
Alfonsín, como Perón, había tratado de establecer controles de precios sin éxito alguno, por eso cuando Carlos Saúl Menem llegó a la Casa Blanca en pleno auge del neoliberalismo se empeñó no solo en reducir el tamaño del Estado mediante privatizaciones masivas de las empresas públicas sino que además acató punto por punto el decálogo del Consenso de Washington. Según Alfredo Zaiat ‘la inflación fue a la postre un potente disciplinador social que facilitó las reformas estructurales de los noventa realizadas por el menemismo’.
Fiel al nuevo dogma transversal a todos los movimientos políticos internacionales, Carlos Menem confió sus políticas económicas a Domingo Caballo, creador de la Ley de Convertibilidad de 1991 por la cual se fijó el tipo de cambio del peso argentino en paridad con el dólar norteamericano.
Al principio la idea funcionó correctamente de tal modo que durante los primeros años noventa parecía que Argentina se había sacudido por fin del grave problema de la inflación, sin embargo el nuevo modelo monetario terminó estallando años más tarde con el trágico corralito bancario de 2001.
Someter el valor de la moneda nacional a un tipo fijo como recomendaron el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el Consenso de Washington, significó el empobrecimiento de la nación a costa del enriquecimiento de sus oligarquías locales porque como dice Randal Wray ‘no atarse a un tipo de cambio fijo es de sentido común. ¿Pero qué problema acarrea eso? Que a las élites les sale más caro viajar a Disneylandia. No es broma: para las élites de los países en desarrollo es muy importante poder mandar a sus hijos a Harvard e ir de vacaciones a los Estados Unidos aunque sea a costa de tener al 50% de la población en paro’.
Ante la fuga de capitales, el insuficiente ingreso de divisas, y la refinanciación de la deuda externa con altos intereses, el sistema bancario colapsó al final del mandato de Menem provocando la evaporación de los ahorros de miles de argentinos de clase media. Al no poder sacar dinero en efectivo de los bancos se desató una revuelta popular con saqueos y estallidos violentos que a su vez provocó una profunda crisis institucional.
El modelo neoliberal que prometía terminar con los desmadres del peronismo solo sirvió para incrementar la pobreza y la desigualdad. La crisis de 2001 provocó la renuncia de Menem y la sucesión de una larga serie de presidentes de cortísima duración en el cargo absolutamente incapaces de frenar el proceso de deterioro de la economía argentina.
Cuando Néstor Kirchner asumió la presidencia de la nación el 25 de mayo de 2003 el país estaba sumido en el peor de los desánimos. ‘¡Que se vayan todos!’ gritaban en las calles los ciudadanos a golpe de escraches y cacerolazos. Con deudas superiores a los 180 mil millones de dólares, un nivel de pobreza del 57% y una tasa de desempleo del 25%, lo primero que hizo Kirchner fue establecer programas sociales de emergencia que ayudaron enormemente a las personas más necesitadas.
Kirchner tuvo suerte porque coincidiendo con los primeros años de su mandato se incrementó a nivel global en gran medida el precio de la soja, principal bien de exportación del país. Para regenerar la economía argentina además de devaluar el peso Kirchner negoció una quita del 75% de la deuda pública con el 93% de los acreedores que le sirvió para sanear las arcas públicas y obtener amplios superávits fiscales y comerciales.
Durante los años de Néstor Kirchner el PIB argentino creció a tasas chinas cercanas al 10% desde 2003 hasta 2007. Su gobierno además de mejorar en gran medida los salarios y las pensiones impulsó medidas progresistas muy aplaudidas por los organismos internacionales de derechos humanos. Pero a partir de 2008 el modelo kirchnerista volvió a tropezarse con el eterno problema de la inflación una vez relajadas las políticas de ahorro fiscal.
Tras la muerte de Néstor Kirchner asumió la presidencia en diciembre de 2007 su viuda Cristina Fernández, que siguió haciendo políticas sociales pero en un contexto del comercio internacional mucho menos favorable para los intereses de Argentina. Para mitigar los indeseables efectos de la inflación inercial CFK decidió maquillar el Índice de Precios al Consumidor (IPC) a través del INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos).
La inflación durante los últimos años del gobierno de CFK rondó el 30% de promedio anual según datos de consultoras privadas. En medio de la desconfianza generalizada en relación a las cifras oficiales Mauricio Macri al frente de la coalición Cambiemos ganó las elecciones de 2015 con la promesa de acabar de un plumazo con la lacra de la inflación.
‘Lo primero que tengo que decirle a los argentinos es que la inflación se produce por culpa de un gobierno que administra mal, que gasta más de lo que tiene, más de lo que debe’ dijo Macri nada más tomar posesión de su cargo, pero durante los cuatro años que estuvo al frente del gobierno argentino la inflación aumentó hasta registrar un total acumulado del 300%.
Todos los gobiernos de corte neoliberal que ha habido en Argentina en los últimos cincuenta años han llegado al poder prometiendo acabar con la inflación pero lejos de resolver el problema lo han agrandado. Del otro lado de la grieta el último en darse de bruces con la cuestión inflacionaria ha sido Alberto Fernández, bajo cuyo mandato ha sumado otro 300% de inflación acumulada desde que llegó a la Casa Rosada en 2019.
Los sucesivos gobiernos de la Argentina han probado históricamente todos los remedios posibles para frenar las subidas de precios recurriendo primero al patrón oro y posteriormente al anclaje del peso al dólar pero a día de hoy la inflación sigue siendo la peor pesadilla del país.
La historia de la inflación en Argentina también se merece una serie de Netflix. Es un problema enormemente complejo que lejos de estar únicamente relacionado con la debilidad del peso se remonta al mal reparto de la tierra, a las disfunciones del mercado, a la volatilidad de los precios internacionales, y al endeudamiento externo.
Ante la debilidad del peso argentino y otras monedas de la región expuestas a dolorosos shocks externos la mejor solución para Latinoamérica sería la creación de una moneda común, tal cual viene proponiendo Lula da Silva inspirándose no tanto en el euro como en el bancor de Keynes.
Argentina ha solicitado su ingreso en el grupo de los BRICS que inicialmente componen Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica para no depender más del dólar norteamericano y formar parte de un nuevo sistema monetario internacional más favorable a los países hasta ahora sujetos a los ajustes estructurales comandados por las instituciones de Bretton Woods.
Al haber pasado por tantas crisis los argentinos no han tenido más remedio que recurrir en muchas ocasiones a la ‘plata’ alternativa en forma de monedas sociales o libretas de trueque. Diversos sistemas monetarios de ámbito popular florecieron sobre todo tras el corralito de 2001 y son parte destacada de la historia del movimiento internacional por la Economía Social y Solidaria (ESS).
A partir de la crisis financiera de 2008 también surgieron monedas sociales en todo el mundo y han tenido implantación en España con la aparición de monedas de barrio como el ‘boniato’ o la ‘canica’. En algunos municipios las monedas sociales han conseguido facilitar el trueque de productos y dinamizar el comercio local. El Bristol Pound inglés, el Banco Palmas de Brasil, la moneda Wir que funciona en el Tirol austríaco, o los Chiemgauer de Alemania, son solo algunos ejemplos de las numerosas experiencias de dinero alternativo que proliferan por todo el mundo.
Algunas de estas monedas han sido creadas no solo para fomentar el comercio local sino también con objetivos ecologistas o culturales y tienen una importancia crucial para suavizar los efectos de las crisis sobre las personas en situación de desempleo.
Las monedas sociales son más que una solución alternativa de emergencia. Es un dinero con un espíritu muy diferente al dinero que se utiliza para ahorrar o especular. Su forma de funcionamiento es similar a los cupones o fichas de circulación interna que se han utilizado desde hace cientos de años en muchas redes de intercambio, clubes de trueque y asociaciones de préstamos comunitarios ante la falta de dinero oficial.
Estas monedas locales pueden sufrir el mismo problema de devaluación-inflación de las monedas nacionales en caso de no estar concebidas bajo medidas de control de la masa de circulante. Como en su día observó Benjamin Franklin las monedas sociales que perviven en el tiempo son aquellas que son capaces de reducir la oferta monetaria readaptando la cantidad de dinero en circulación al número de participantes en el sistema.
Hitler Hjalmar Schacht, ministro de Economía de Adolf Hitler, también recurrió al dinero alternativo para sacar a Alemania de la larga crisis que arrastraba desde el final de la Primera Guerra Mundial, recurriendo al ‘Manifiesto contra la esclavitud del interés del dinero’ (‘Das Manifest zur Brechung der Zinsknechtschaft des Geldes’) un ensayo de 1918 escrito por Gottfried Feder.
El Estado alemán no tenía fondos propios, tampoco podía subir los impuestos ni financiarse en los mercados internacionales, y como emitir dinero implicaba el riesgo de generar más inflación, Hitler creó una sociedad anónima, la Metallurgische Forschungsgesellschaft (MEFO), con capacidad para emitir Letras de Cambio (LC) de circulación paralela al dinero efectivo.
La MEFO contrataba los trabajos en lugar del gobierno y pagaba a los proveedores del Estado con títulos de renta fija avalados por el Reichsbank, el banco central alemán. Al funcionar como instrumento de pago alternativo los bonos MEFO hicieron el papel de dinero paralelo al oficial, así fue como se logró ‘el milagro alemán’ del que Hitler tantas veces sacó pecho en sus discursos.
El ministro de Economía de Hitler sabía que no es necesario depender del capital privado nacional o extranjero, ni de los préstamos de ningún banquero, para que el sector público genere economía productiva sin incurrir en creación de dinero inflacionario. Un Estado soberano siempre está a fin de cuentas en condiciones de generar financiamiento de circuito cerrado mediante letras de cambio paralelo al dinero bancario.
Además Hitler y sus asesores económicos decidieron dejar sin pagar la deuda externa que Alemania debía a los banqueros internacionales, estableciendo adicionalmente controles de precios y salarios, de ese modo Alemania pasó de ser la nación más pobre de Europa a la más próspera en apenas un par de años.
El nazismo fue un horror sin excusas pero Hitler demostró que la creación de instrumentos financieros paralelos al monetarismo ortodoxo es una idea perfectamente factible. El éxito económico del nacional-socialismo alemán se debió a las heterodoxas ideas de Gottfried Feder y a las políticas monetarias de Hjalmar Schacht, uno de los pocos funcionarios del gobierno de Hitler que salió absuelto en el juicio de Nuremberg.
Ante el temor de suplantar al sistema monetario vigente muchos gobiernos y bancos centrales han llegado a prohibir la creación de sistemas alternativos como pasó en Austria durante la Gran Depresión cuando algunos municipios quisieron imitar la fórmula de la ciudad de Wörlg, donde su alcalde, Michael Unterguggenberger, creó una moneda local libre de deuda e intereses con la que además de pagar a sus funcionarios contrató a los ciudadanos desempleados para realizar trabajos de valor social.
Tanto el gobierno central como el lobby bancario impidieron por todos los medios a su alcance la propagación a nivel nacional de las monedas sociales ya que eso significaba no solo acabar con la autoridad del capital sobre el trabajo sino también con la filosofía ortodoxa del ahorro dado que el dinero de Wörlg tenía como principal característica su condición oxidable de tal manera que cada mes perdía un uno por ciento de su valor por lo cual la gente prefería gastarlo lo más rápido posible.
El alcalde de Wörlg se inspiró no solo en Georg Friedrich Knapp, padre del chartalismo, que hoy reivindican los economistas de la Teoría Monetaria Moderna, sino también en las teorías de Silvio Gessell, un economista autodidacta conocido como el ‘profeta del dinero oxidable’.
Gessell era natural de Sanjt Vith, localidad entonces alemana y ahora perteneciente a Bélgica, pero en 1887, a los 25 años de edad, emigró a Argentina, país al cual llegaban por aquel entonces no solo barcos cargados de emigrantes europeos con los mejores sueños americanos sino montones de dinero en efectivo, concretamente de Inglaterra y en su mayoría de la banca Baring.
Casi un millón de libras esterlinas que supuestamente iban a servir para modernizar el centro de Buenos Aires y hacer diversas obras públicas terminó siendo canalizado en forma de créditos a terratenientes, comerciantes y financieros, que sobre todo utilizaron el dinero en actividades corruptas o especulativas.
El dinero de la banca Baring trajo consigo un esquema de males futuros que lamentablemente se han repetido durante la compleja historia económica de la Argentina: espirales inflacionistas, gobiernos vendidos al vicio de la coima, préstamos usureros, burbujas financieras, pánicos y corralitos bancarios, impagos de las deudas externas, y aparición de populismos insensatos, golpes de Estado y toda clase de conflictos sociales.
Tras ser testigo de excepción de las primeras grandes crisis de la economía argentina Silvio Gesell empezó a leer a Karl Marx, Henry George, David Ricardo, Adam Smith y otros muchos filósofos y economistas de variados espíritus animales al tiempo que hacía fortuna en Buenos Aires vendiendo dentaduras postizas, material quirúrgico, y cunas para niños importadas de Alemania.
A Gessell le escandalizaba el hecho de que más del cincuenta por ciento de las tierras argentinas después de haber sido usurpadas a los mapuches fueran propiedad del uno por ciento de la población. Pero además del mal reparto de la tierra Gessell se dio cuenta de que había un grave problema de creación y canalización del flujo de dinero que permitía lo mismo a la Casa Rosada como el Congreso de la Nación compadrear en corrupto cambalache de puertas giratorias con las oligarquías industriales y financieras.
La gran pinza de la desigualdad abierta entre los capitalistas rentistas y los trabajadores argentinos sigue siendo en la actualidad el problema principal del país, fuente de todos sus males y consecuencia no solo del acaparamiento original de la riqueza inmobiliaria y financiera sino también producto de la disfuncionalidad intrínseca a la creación y circulación del dinero que una vez más bajo la administración neoliberal de Mauricio Macri entró al país para subirse a la 'bicicleta financiera’ en lugar de activar el progreso económico y fomentar el bien común.
Tras vivir toda clase de experiencias como comerciante en Argentina, Silvio Gesell regresó a Europa, vivió en diferentes ciudades de Suiza y Alemania, y escribió varios libros insistiendo en la necesidad de crear dinero sin intereses, la única manera de reconducir el sistema capitalista por la senda del progreso compartido por toda la sociedad y no solo por unos pocos afortunados.
Silvio Gesell murió en 1930, justo cuando empezaba la Gran Depresión resultante del crack de 1929, dejando huella entre algunos economistas como Irving Fisher, experto en la teoría cuantitativa del dinero y arquitecto del New Deal de Roosevelt. Fisher llegó a reconocer no ser ‘más que un humilde discípulo de Silvio Gesell’ y el propio Keynes se atrevió a pronosticar que ‘en el futuro aprenderemos más del espíritu de Silvio Gesell que del de Karl Marx’.
Margrit Kennedy, autora de ‘Dinero sin inflación ni tasas de interés (Cómo crear un medio de intercambio que sirva a todo el mundo y proteja la tierra’ (‘Interest and Inflation Free Money: Creating an Exchange Medium That Works for Everybody and Protects the Earth’, 1987), y Bernard Lietaer, autor de ‘El futuro del dinero: Más allá de la ambición y la escasez’ (‘The Future of Money: Beyond Greed and Scarcity’, 2001) han actualizado el legado de Knapp y Gessell con nuevas propuestas para superar el vigente espíritu monetario a través de un nuevo sistema de dinero libre a la vez de inflación e intereses bancarios.
Como sostiene Ellen Hodgson Brown la historia económica demuestra que ‘tenemos básicamente dos sistemas monetarios: un matriarcado de la abundancia y un patriarcado de la deuda’. El primer modelo está basado en la abundancia compartida por toda la sociedad mientras el segundo fomenta la codicia y la escasez.
Desgraciadamente el espíritu del ‘patriarcado de la deuda’ se ha impuesto tradicionalmente al espíritu del ‘matriarcado de la abundancia’ aunque en la antigüedad hubo algunas excepciones como ocurrió en Sumeria 3.000 años antes de Cristo cuando el siclo, moneda de bronce de curso legal, estaba representado por la imagen de Inanna, diosa del amor con cara de mujer y cuernos de vaca, representante suprema del amor, la fertilidad y la abundancia.
La historia del dinero es fascinante y debería ser asignatura obligatoria en todos los colegios. Hemos pasado de las conchas marinas a las monedas metálicas y de las monedas metálicas a los billetes de papel. En la actualidad estamos en otra gran transición del dinero con la aparición de las criptomonedas. Cuando reemplazamos el metal por el papel conseguimos comerciar e invertir de manera mucho más rápida y eficaz, sin embargo al mismo tiempo nos hicimos dependientes de los banqueros y su dinero ficticio.
Ahora estamos afrontando una nueva gran transformación monetaria con el ocaso del dinero en efectivo y el nacimiento de las criptomonedas como el bitcoin, y otros muchos medios digitales alternativos de pago y ahorro. Las criptomonedas se han creado a partir de la tecnología BlockChain (‘cadena de bloques’), que funciona con el trabajo de creadores de bloques (‘mineros’) que necesitan enormes cantidades de electricidad para alimentar sus computadoras.
Edward S. Prasad en ‘El futuro del dinero’ (The Future of Money’, 2020) advierte del fin de las monedas físicas y los pagos en efectivo, sin embargo a su juicio las monedas digitales descentralizadas no terminarán de funcionar como medios de cambio dada su extraordinaria volatilidad. Otra cosa son las llamadas ‘stablecoins’, criptodinero que al estar vinculado a un activo de reserva como el dólar o el oro ofrecen una mayor estabilidad.
Las criptomonedas podrían ser perjudiciales para la sociedad en caso de ser utilizadas para la financiación de actividades especulativas o criminales, o beneficiosas siempre y cuando tengan reglas éticas como las que han propuesto movimientos populares como Occupy Money, escindido del movimiento Occupy Wall Street, o el FairCoop, sistema cooperativo de ámbito mundial que propone un nuevo orden económico de comercio justo basado en el dinero justo (faircoin).
Desde junio de 2017 FairCoop es miembro cofundador del Bank of the Commons (Banco de los Comunes), una interesante iniciativa cooperativa abierta a la colaboración con las redes internacionales de banca ética bajo el común objetivo de transformar el funcionamiento tradicional de la banca.
El Banco Popular de China (BPC) ha tomado medidas represivas contra el uso del bitcoin y de otras criptomonedas privadas mientras está perfeccionando el desarrollo del yuan chino electrónico (e-CNY), sin embargo al tratarse de un régimen autoritario el nuevo dinero digital chino podría convertirse en un instrumento adicional de control gubernamental sobre los ciudadanos.
Nayib Bukele, presidente de El Salvador, ha tomado una decisión completamente diferente a la de China, estimulando el uso del bitcoin, que los salvadoreños pueden utilizar para hacer cualquier compra e incluso para pagar sus impuestos. El Salvador es el primer país del mundo en aceptar las criptomonedas como monedas de curso legal. Está por ver cómo terminará el experimento de Bukele pero en principio utilizar una divisa sobre la que no tienes ningún control no parece una idea demasiada sensata.
En cualquier caso en el futuro se hará seguramente mucho más evidente la coexistencia de diferentes clases de dinero con sus diferentes espíritus. La desaparición del dinero es un idea tan ingenua como pretender el final del capitalismo. Lo importante es la prevalencia de los mejores espíritus monetarios si lo que de verdad queremos es perseguir el bien común por encima del interés privado.
Los más grandes escritores españoles del Siglo de Oro novelaron el impacto negativo que en España supuso la llegada del tesoro americano en cuanto palanca de incentivo de los peores vicios nacionales. Poderoso caballero es don dinero, como decía Quevedo, un magnífico invento de dos caras y espíritus que por un lado nos permite progresar y ayudarnos al facilitar el intercambio de bienes y servicios, pero por otro lado es capaz de volvernos mezquinos, embusteros, ladrones, egoístas, avariciosos, envidiosos, y corruptos.