19 LOBOS, BUITRES, TIBURONES Y PULPOS VAMPIROS
‘Mientras no reconozcamos el problema de la especulación financiera como causa estructural de la desigualdad será imposible atajar el problema de la pobreza’. (El Papa Francisco)
En ‘El mercader de Venecia’ (‘The Merchant of Venice’, 1599) de William Shakespeare, el protagonista Graciano le dice al villano Shylock: ‘Tus instintos son rapaces, crueles y sanguinarios como los del lobo’.
Shylock es un prestamista que ha dejado dinero a un naviero llamado Antonio, quien por contrato debe pagarle una libra de su propia carne al no poder afrontar el pago de la deuda. Graciano es amigo de Antonio y acusa a Shylock de prestarle dinero con intenciones crueles y malintencionadas, sin embargo el prestigio económico de Venecia depende del cumplimiento estricto de los contratos comerciales.
Lo que principalmente plantea Shakespeare en esta obra que cuatrocientos años después de ser escrita sigue representándose en todo el mundo es una profunda reflexión sobre lo que hoy conocemos como ‘seguridad jurídica’.
En la época de Shakespeare nacieron las finanzas modernas, Venecia era uno de los Estados más prósperos gracias al comercio, y necesitaba hacer cumplir sus leyes para ganar credibilidad internacional ante sus competidores económicos.
Un fallo en su contra significaría ‘vergüenza eterna para las leyes y libertades venecianas’ en palabras de Shylock, que para defender su causa se sirvió principalmente del uso del concepto de ‘seguridad jurídica’. En Venecia por el bien de su progreso económico las deudas debían pagarse y los contratos cumplirse al pie de la letra y eso mismo esgrimen hoy día los lobos, buitres, tiburones y pulpos vampiros, la peor chusma de la fauna del capitalismo moderno.
‘Seguridad jurídica’ es lo que reclama Paul Singer, director del fondo de inversión Elliot Capital Management, empresa experta en sacar tajada de todas las crisis económicas, especialmente a través de la compra de deudas públicas reestructuradas a bajo precio para luego esperar con el espíritu del buitre el momento oportuno de acudir a los tribunales y conseguir un fallo favorable que obligue a los deudores a pagar el nominal de la deuda más los intereses de demora.
Paul Singer se ha hecho millonario gracias a jueces como Thomas Griesa, cuyo veredicto le permitió reclamar al Estado argentino más de dos mil millones de dólares. Tras la suspensión de pagos de 2001 que constituyó el mayor default de la historia, el gobierno de Néstor Kirchner negoció una reestructuración del montante adeudado por Argentina (cerca de 144 mil millones de dólares) que fue aceptada por más del 90 por ciento de los acreedores.
‘Los muertos no pueden pagar sus deudas’ dijo Néstor Kirchner justificando la quita de la deuda argentina. El país se encontraba tras la crisis del corralito en situación de emergencia nacional. Gracias al alivio del peso de la deuda Argentina empezó a crecer y a crear empleo, sin embargo el problema no quedó del todo resuelto porque Kirchner aceptó someterse a la jurisdicción norteamericana en caso de conflicto de intereses. Varios años después Mauricio Macri terminó obedeciendo al juez Griesa y al mandato del FMI pagando todo el monto reclamado por Singer.
Cuando Thomas Griesa falló a favor de Elliot Capital Management, Eugenio Raúl Zaffaroni, juez de la Corte Suprema de la República Argentina, dijo: ‘Habría que explorar la posibilidad de demandar a los fondos buitre porque en principio parece claro y hay pruebas de que no son adquirentes originarios de bonos sino que los compraron para interferir o desbaratar negociaciones como medio extorsivo’.
Para Zaffaroni lo que hizo Singer fue una acción al estilo Shylock ‘con propósito avieso, malintencionado, en síntesis, inmoral’. En el contexto de la globalización neoliberal el sistema jurídico internacional a día de hoy legitima el actuar de los lobos y de los buitres y en vez de declarar ilegítimas por odiosas las deudas públicas o privadas y pararle los pies a las finanzas especulativas se dedica a proteger la seguridad jurídica de los herederos del espíritu del mercader de Venecia.
No solo en Argentina, en muchos otros países también ha pasado lo mismo, por ejemplo en Perú, donde su gobierno fue obligado en 1999 por otro tribunal de Nueva York a pagar 58 millones de dólares al fondo de Singer favoreciendo los intereses de un fondo buitre que había invertido 11 millones de dólares en recomprar deudas con intenciones especulativas. Ese mismo año de 1999 otro juez estadounidense condenó al gobierno de Nicaragua a pagar 87 millones de dólares por una deuda recomprada en este caso por el fondo estadounidense de inversión Leucadia National Corporation en poco más de un millón de dólares, obteniendo tras el fallo a su favor una plusvalía de más de un 7 mil por ciento.
La ONU emitió en 2015 una orden de rechazo a los reclamos de los fondos buitre pero ninguna investigación judicial ha sido abierta en torno a la asociación que regula los Credit Default Swaps y otros seguros de impago de deudas, la ISDA (International Swaps and Derivatives Association), organismo constituido por JP Morgan, Citibank, Bank of America, Barclays, BNP Paribas, Credit Suisse, Deutsche Bank, Morgan Stanley, Nomura International, Goldman Sachs, BlueMountain, D.E. Shaw, Eaton Vance, y Pacific Investment, además del Elliott Management Group del mencionado Paul Singer, empresa domiciliada en las Islas Caimán.
Bajo el lema ‘mercados seguros y eficientes’ la ISDA es la única autoridad internacional competente en materia de Credit Default Swaps, los productos financieros que Warren Buffett calificó como ‘armas de destrucción masiva’, cuyas operaciones se realizan sin ninguna transparencia y por fuera de las regulaciones nacionales a las que están sometidos los mercados tradicionales de valores.
Aunque la burbuja inmobiliaria que dio origen al crack de 2008 se infló con hipotecas subprime cubiertas con CDS y productos similares, el papel de estos ingenios financieros a día de hoy aún no ha sido debidamente esclarecido entre otras razones debido a la opacidad con la que opera la ISDA.
Que los propios especuladores regulen el negocio de la especulación equivale a permitir que los lobos vigilen a los corderos, de modo que a día de hoy seguimos sin resolver el viejo conflicto de los tiempos de Shakespeare, que a su vez se remonta a los tiempos de Platón, cuya más famosa obra, ‘La República’ (‘Politeia’), escrita hacia el año 390 antes de Cristo, es básicamente una reflexión filosófica sobre la divergencia entre derecho y justicia.
Otro famoso fondo buitre es Cerberus Capital Management, compañía que para comprar en España casas de ciudadanos desahuciados por impago de sus hipotecas contó con los servicios como consejero de José María Aznar Botella, analista financiero licenciado en Derecho y Administración de Empresas, hijo del expresidente del gobierno de España José María Aznar y Ana Botella, exalcaldesa de Madrid.
Cerberus toma su nombre de un animal de la mitología griega, el can Cerbero, perro de tres cabezas con víboras en la cola y serpientes creciéndole por todo el cuerpo, monstruoso animal que vigilaba las puertas del infierno. En un arranque de sinceridad, Steve Feinberg, fundador de la empresa, reconoció que el día que decidió llamar de tal modo a su compañía andaba bajo de inspiración.
Muchos otros fondos de inversión, como Black Rock, Bridgewater, Brevan Howard, Winton Capital o BlueCrest, se han enriquecido por medio de estrategias que permiten la obtención de altos beneficios apostando al alza o a la baja del valor de acciones, bonos, derivados, o incluso de materias primas.
Todos estos fondos de inversión han ganado extraordinarios beneficios gracias a las hipotecas basura y demás productos de ingeniería financiera que provocaron el crack de 2008 y han aumentado sus ganancias gracias al shock económico provocado por la pandemia del coronavirus.
Durante la primera década del siglo los banqueros españoles también disfrutaron de plena seguridad jurídica para comercializar las famosas ‘participaciones preferentes’, productos de inversión híbridos entre las acciones y los depósitos a plazo fijo que vendieron a sus clientes como un estupendo producto de inversión. Algunos jubilados invirtieron los ahorros de toda su vida en estos productos bancarios para descubrir horrorizados el día que pretendieron retirar su dinero que no podían hacerlo hasta el 31 de diciembre del año 3000.
Los lobos, buitres y demás chusma de la fauna financiera tienen terminales mediáticas tan poderosas que ya nadie se acuerda de cómo en 1964 Jerome Daly recibió un crédito hipotecario de 14 mil dólares del First National Bank of Montgomery, en Minnesota.
Cuando Jerome Daly no pudo hacer frente a los pagos de su hipoteca, el banco quiso quedarse con su casa como es habitual gracias a la ‘seguridad jurídica’ que garantiza las ejecuciones hipotecarias. Daily no se dio sin embargo por vencido y litigó el caso, que acabó en un juzgado local donde argumentó que el banco había actuado igual que Shylock.
El jurado le dio la razón a Mr. Daily declarando nulo el contrato hipotecario que había firmado con el First Nacional Bank. Estaba claro que el banco no había jugado limpio al no arriesgar realmente su capital en la concesión de aquella hipoteca de modo que al no existir una contraprestación legítima entre acreedor y deudor Jerome Daly pudo conservar su vivienda.
A ojos de aquel jurado que impartió verdadera justicia el banco fue culpable de desahuciar a Jerome Daily de su vivienda por el simple hecho de dedicarse al negocio de conceder créditos sin tener los suficientes fondos como para hacerlo.
No solo los especuladores con las crisis y las guerras, también los corruptores de la democracia y de la política por la vía de los lobbies, las puertas giratorias, y la manipulación de la opinión pública, disfrutan de plena seguridad jurídica mientras los tratados de comercio internacional se siguen negociando en secreto con la intención de agrandar siempre aún más la seguridad jurídica del capital transnacional a costa de la inseguridad jurídica de los trabajadores.
El objetivo de los tratados de libre comercio de la era de la globalización neoliberal no ha sido nunca solucionar el drama de la pobreza, el hambre, el paro, las desigualdades, la destrucción medioambiental, o los problemas de explotación laboral, evasión fiscal y especulación financiera. Su objetivo prioritario ha sido siempre conseguir que las multinacionales dejen de someterse a las leyes nacionales respecto a la protección del medio ambiente y a la regulación del sistema financiero y el mercado laboral.
De otro lado los presidentes de las grandes organizaciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, y la Organización Mundial de Comercio (el trío de los ‘malos samaritanos’) nunca salen en defensa de leyes que ofrezcan más seguridad jurídica para la protección y el bienestar de la ciudadanía ni para poner el comercio internacional bajo las leyes del comercio justo. Lo que han hecho siempre es proteger la ‘lex mercatoria’ impuesta por los Shylocks de la Era Neoliberal.
A la ‘seguridad jurídica’ le pasa lo mismo que al concepto de ‘libertad’. ¿Dónde está la seguridad jurídica que nos proteja de los especuladores financieros y de quienes explotan a los trabajadores o contaminan el medio ambiente? En la Era Neoliberal ‘la libertad de los lobos es la muerte de los corderos’ como decía Isiah Berlin.
Sófocles, como Shakespeare y Platón, también trató la diferencia entre derecho y justicia en ‘Antígona’, representada por primera vez en el año 441 antes de Cristo. Esta obra es inmortal porque abre el melón de la legitimidad ciudadana de rebelarnos contra las leyes que carecen de legitimidad moral. Apelando al espíritu de Antígona el historiador y politólogo Eric Toussaint defiende el impago de todas las deudas públicas que a su juicio representan una ‘violación de los derechos humanos perpetrados por las exigencias de los acreedores’.
Eric Toussaint es uno de los fundadores del Comité para la Abolición de las Deudas Ilegítimas (CADTM, iniciales de su nombre anterior, Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo) y trabajó durante varios meses con un equipo de especialistas en derecho internacional y finanzas para revisar la deuda pública griega y determinar qué parte de ella podría ser descrita como ilegítima, ilegal, odiosa e insostenible, sin embargo aquella auditoría acabó en la basura una vez que Alexis Tsipras capituló ante la Troika.
Toussiant ha criticado incluso a Varoufakis por olvidarse de defender el impago de la deuda durante su tiempo como ministro de Economía griego. En realidad el tema de la deuda ha desaparecido de la agenda política no solo de Syriza sino de casi todos los nuevos partidos de izquierda. Ni siquiera Podemos en España habla ya de auditar la deuda pública española aunque según Toussaint al menos el 65 por ciento de ella podría ser declarada ilegítima.
La lógica que responsabiliza única y exclusivamente al país deudor en caso de insolvencia es la dudosa lógica de los desahucios hipotecarios que tantos ciudadanos han sufrido en los últimos años y que han sufrido siempre a lo largo y ancho de la historia del capitalismo.
Por clemencia lo justo sería llegar a un acuerdo sensato de devolución de deudas tanto públicas como privadas en caso de crisis económica no en las condiciones del contrato original sino dentro de las posibilidades reales que tenga el individuo o país deudor de pagar sin ser completamente despojado de los recursos que necesita para asegurarse una vida digna y un mínimo de bienestar y prosperidad, pero la seguridad jurídica de la que disfrutan los lobos y los buitres es la misma que tienen los pulpos vampiros.
Curiosamente fueron juristas norteamericanos los primeros que en su día establecieron a primeros del siglo pasado el concepto de deuda odiosa y repudiable en caso de haber sido contraída mediante artimañas financieras y en perjuicio del pueblo. Otro importante argumento sobre la necesidad de perdonar las deudas odiosas fue elaborado por un jurista ruso, Alexander Sack, que en 1927 llegó a la misma conclusión en el caso de que una deuda soberana haya sido contraída contra la voluntad y el bienestar de los ciudadanos.
El Papa Juan Pablo II, en la encíclica ‘Centesimus annus’ de 1991, se manifestó en la misma dirección: ‘No se puede pretender que las deudas contraídas sean pagadas con sacrificios insoportables. En estos casos es necesario encontrar modalidades de reducción, dilación o extinción de la deuda, compatibles con el derecho fundamental de los pueblos a la subsistencia y al progreso’.
Juan Pablo II propuso en el año 2000 un jubileo universal para acabar con la deuda externa de los países del Tercer Mundo. El Papa Francisco también se ha manifestado reiteradas veces a favor del jubileo de las deudas que ahogan a los países más pobres. Como ha dicho el propio Papa Francisco en la tradición cristiana existió siempre el perdón para los que no pueden pagar sus deudas.
Los judíos por su parte aunque han hecho grandes fortunas como prestamistas también reconocieron en su momento el derecho al perdón de las deudas, de hecho la propuesta de ‘jubilar’ las deudas proviene del Levítico, uno de los libros del Antiguo Testamento.
El movimiento Occupy Wall Street aportó como idea principal el ‘Rolling Jubilee’ con el propósito de comprar deudas impagadas a las entidades financieras para mantenerlas alejadas de los cobradores y de ese modo darlas por canceladas. Sus activistas se dedican a rescatar a los ciudadanos agobiados por sus compromisos de deuda sin ningún ánimo de lucro. El ‘Rolling Jubilee’ ha llegado a recaudar más de 500 mil dólares con los que ha podido cancelar casi 11 millones de dólares en deudas personales.
‘El lobo de Wall Street’ (‘The Wolf of Wall Street’, 2013) cuenta en clave de comedia la excéntrica vida de Jordan Belfort, un agente de bolsa de Nueva York que hizo una extraordinaria fortuna en los años noventa vendiendo activos basura a sus clientes. Leonardo Di Caprio interpreta al personaje protagonista de esta divertida película de Martin Scorsesse que funciona como parodia enloquecida de la psicología y el estilo de vida de los inversores de alto riesgo obsesionados con ganar dinero como sea sin importar el posible daño a terceros.
Basada también en personajes y situaciones reales ‘La gran apuesta’ (‘The Big Short’) de Adam McKay es aún más recomendable porque retrata de manera profunda y realista a los tiburones de Wall Street, que al igual que los lobos se dedican a devorar todo lo que encuentran a su camino. La traducción al español de esta película es muy poco afortunada dado que ‘short’ en el argot financiero más que ‘apostar’ significa ‘contraapostar’ (quien realiza una operación en corto lo que hace es beneficiarse no del alza sino de la caída del precio de un activo determinado).
La película de Adam McCay es una estupenda adaptación del libro ‘The Big Short: Inside the Doomsday Machine’, traducida al español como ‘La gran apuesta: Cómo un puñado de inversores jugaron a perder contra el mundo y ganaron’ (2010) escrito por Michael Lewis, periodista experto en Wall Street. Tanto el libro como la película son de gran utilidad para comprender cómo se gestó el crack financiero de 2008.
Con ‘The Big Short’ aprendemos interesantes detalles en torno a los complejos productos financieros derivados que inflaron la burbuja inmobiliaria, como las hipotecas subprime (préstamos hipotecarios de alto riesgo que los bancos concedieron a individuos sin recursos económicos: los famosos ‘ninjas’ -‘no income, no job, no assets’- o sea personas sin ingresos, sin trabajo y sin patrimonio), y los seguros de impago como los CDS o Credit Default Swaps (Permuta de Incumplimiento Crediticio) y los CDO o Collateralized Debt Obligation (Obligaciones de Deuda Garantizada).
Cristian Bale interpreta a Michael Burry, fundador del fondo de inversión Scion Capital que adelantándose al pinchazo de la burbuja inmobiliaria empezó a invertir en corto, es decir apostó por la caída del mercado cuando todo el mundo estaba haciendo lo contrario.
Mientras la mayoría de sus colegas de Wall Street se comportaban como si la fiesta no fuera nunca a terminar y las agencias de calificación de riesgo hacían la vista gorda, Michael Burry se dio cuenta de que los bancos prestatarios originales habían convertido los préstamos basura en bonos hipotecarios y se los habían vendido a otras entidades financieras que a su vez los empaquetaban en nuevos bonos y los volvían a vender.
Los propios inversores de Wall Street y hasta la SEC (Comisión del Mercado de Valores) no entendían lo que realmente estaba pasando con toda aquella montaña de seguros de impagos sobre hipotecas basura que terminaron provocando la peor crisis económica desde la Gran Depresión.
Michael Burry es uno de esos inversores excéntricos que parecen salidos de un cómic ciberpunk. Burry ha llegado a decir que solo un autista con el síndrome de Asperger como él podía ponerse a leer la letra pequeña de los bonos hipotecarios y de los seguros de impago. Gracias a su capacidad para adelantarse a las noticias del futuro en el verano de 2007 Burry empezó a deshacerse de sus permutas de impago crediticio y hacia finales de año había obtenido plusvalías de más de 720 millones de dólares.
En ‘The Big Short’ aparece Brad Pitt interpretando a Ben Rickert, personaje basado en Ben Hockett, el único banquero asqueado con las actividades especulativas de Wall Street una vez consciente de los daños colaterales que pueden llegar a ocasionar. El personaje de Brad Pitt es el único que comprende la extensión de las externalidades negativas de la especulación financiera.
En Wall Street casos como el de Ben Hockett son excepciones que confirman la regla de la avaricia individual como única motivación, tema que Oliver Stone abordó anteriormente en ‘Wall Street’ (1987), película sobre la vida de Gordon Gekko, magistralmente interpretado por un Michael Douglas de pelo engominado a quien solo le importa ganar dinero a espuertas sin reparar en los costes sociales de sus actividades especulativas.
El personaje de Gordon Gekko está inspirado en varios lobos y tiburones de Wall Street que conoció personalmente el padre de Oliver Stone, como Ivan Boesky y Carl Icahn. Ambos estaban absolutamente convencidos de la gran máxima friedmanita de Wall Street. ‘¡La codicia es buena!’ exclama Gordon Gekko en la escena más famosa de la película de Oliver Stone.
‘Lo peor de todo es que a menudo se me acercan jóvenes para decirme: tío, eres el más grande. –contó un día Michael Douglas en una entrevista- Así que tengo que aclararles que yo era el malo de la película’.
Martin Scorsesse también ha llegado a declarar cómo hay muchísima gente en los Estados Unidos que quiere ser como el protagonista de ‘El lobo de Wall Street’. Para Martin Scorsesse la identificación del pueblo americano con el espíritu del lobo tiene una interesante explicación: ‘Ser codicioso no solo no está mal visto, es que en los Estados Unidos se enseña a los jóvenes que no serlo es de idiotas’.
Para un joven profesional de Wall Street su máximo sueño es trabajar en Goldman Sachs, poderoso banco de inversión cuyo espíritu ha sido comparado por Matt Taibbi con el del pulpo vampiro en ‘Cleptopía: fabricantes de burbujas y vampiros en la era de la estafa’ (‘Griftopia: Bubble Machines, Vampire Squids, and the Long Con That Is Breaking America’, 2010).
‘Lo primero que hay que saber acerca de Goldman Sachs es que está en todas partes. –escribe Taibbi- El banco de inversión más poderoso del mundo es un vampiro chupador envuelto como un pulpo alrededor de la faz de la humanidad, succionando sin descanso con sus labios sangrientos todo lo que huele a dinero’.
El pulpo o calamar vampiro es un molusco de aguas profundas conocido en el ámbito de la zoología como ‘vampyroteuthis infernalis’ o ‘cefalópodo vampiro del infierno’. Los tentáculos de Goldman Sachs son realmente muy largos, están presentes no solo en la elaboración y comercialización de los productos tóxicos que generaron la burbuja inmobiliaria y financiera que al reventar causó el crack de 2008 sino incluso en la génesis de la crisis de la deuda pública de Grecia, donde sus avezados técnicos en ingeniería financiera ayudaron a camuflar el déficit público a ojos de los acreedores y supervisores de la Unión Europea.
Cuando en los Estados Unidos la Financial Crisis Inquiry Commision (FCIC) investigó las causas del crack de 2008 el congresista Phil Angelides interrogó a Lloyd Blankfein, presidente de Goldman Sachs. La conclusión que Angelides sacó es que Goldman vendió activos ligados a hipotecas basura para después tomar posiciones bajistas y ganar un beneficio doblemente fraudulento. 'Es como vender un coche con frenos defectuosos y a continuación comprar una póliza de seguro sobre el comprador del automóvil', explicó Angelides.
Lloyd Blankfein no tiene sin embargo remordimientos de ninguna clase en relación a sus actividades, de hecho está convencido de hacer ‘el trabajo de Dios’. A partir del crack financiero de 2008 provocado por la especulación sobre el precio de la vivienda y los productos derivados del negocio hipotecario Goldman Sachs desplazó sus apuestas hacia los mercados de bienes primarios, en especial los de materias primas agrícolas. Consecuentemente los alimentos básicos -maíz, arroz y trigo- sufrieron el azote de la especulación en forma de fuertes alzas de precios para desesperación de los países y ciudadanos más pobres.
A pesar de sus actividades altamente especulativas Goldman Sachs obtuvo 10 mil millones de dólares en ayudas del Troubled Asset Relief Program (TARP), programa de adquisición de activos depreciados que financió el Tesoro de los Estados Unidos. Tras pagar cerca de 5 mil millones de dólares en multas Goldman sigue operando en todo el mundo y sus exdirectivos en lugar de haber sido castigados han hecho uso de las puertas giratorias para tomar altas posiciones en importantes cargos políticos.
La lista de los chicos de Goldman en puestos de gran poder político en Europa incluye a Mario Draghi, Mario Monti, Lucas Papademus, Romano Prodi, Peter Sutherland, Mark Carney, Ottmar Issing, o José Manuel Durao Barroso, nombres destacados dentro de una larga nómina de tecnócratas que en los últimos años han hecho uso de las puertas giratorias entre las instituciones de la Unión Europea y las oficinas de Goldman Sachs.
Más abrumadora aún es la presencia de los chicos de Goldman en los puestos políticos de mando de los Estados Unidos, donde Robert Rubin tras trabajar durante dos décadas en GS pasó a ser director del Consejo Económico Nacional en 1993 y posteriormente Secretario del Tesoro desde 1995 a 1999. No es casual que con el beneplácito de Bill Clinton y la ayuda de Alan Greenspan este poderoso Goldman Boy promoviera la liquidación de las leyes de control financiero establecidas durante la Administración Roosevelt.
El sucesor de Rubin en el Tesoro fue Lawrence ‘Larry’ Summers. Cuando Larry le preguntó a Varoufakis si quería estar con ‘los de dentro’ o con ‘los de fuera’ sabía de lo que hablaba pues como ministro de Clinton se encargó de apuntalar el trabajo desregulatorio de su predecesor en el cargo y terminar de liberalizar las coberturas de impago de crédito, o sea los CDS y demás ‘armas de destrucción masiva’, así como las obligaciones de deuda colateral y otros productos derivados de las hipotecas, muy a pesar de la opinión en contra de la jefe de la Comisión de Comercio de Futuros de Materias Primas, Brooksley Born, quien le advirtió más de una vez de que hacer tal cosa implicaba un alto riesgo sistémico para el orden financiero.
A Hank, Bob y Larry, ‘The Three Amigos’, hay que sumar una larga lista de asesores económicos de los últimos presidentes norteamericanos, tanto demócratas como republicanos, todos ellos procedentes de Goldman Sachs, caso de Josh Bolten, Neel Kashkari, Mark Patterson, Peter Orszag, Rahm Emmanuel, Steve Bannon, Gary Cohn y Anthony Scaramucci entre otros. En realidad da igual cómo se llame el presidente de la nación porque los chicos de Goldman siempre se sientan en los puestos más altos de gobierno y asesoría económica de Washington pase lo que pase.
En 2016 Donald Trump llegó a utilizar en un anuncio de promoción de su candidatura presidencial la imagen de Lloyd Blankfein para alertar a los ciudadanos sobre la negativa influencia que tienen los banqueros en la economía. ‘La estructura del poder financiero global es responsable de una serie de decisiones económicas por la que se ha estafado a nuestra clase trabajadora’ reconoció Trump.
Sin embargo una vez en el poder Donald Trump encargó la Secretaría del Tesoro a otro Goldman Boy, Steve Mnuchin. Lo más peculiar de la biografía de este señor es que además de haber trabajado para Goldman Sachs fue uno de los principales financieros de la película ‘Avatar’ a través de su productora Dune Entertainment.
Joe Biden en principio se desmarcó de sus predecesores con la elección como secretaria del Tesoro de la keynesiana Janet Yellen, primera mujer en presidir la Reserva Federal durante el periodo 2014-18, además de nombrar a un buen número de asesores económicos con perfiles alternativos, pero Biden no deja de ser el último ‘Watergate Babie’ en ocupar la Casa Blanca.