8 EL HETEROPATRIARCADO CONTRAATACA
‘Tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos, crecimos con la televisión
que nos hizo creer que algún día seríamos millonarios, dioses del cine o estrellas del rock. Pero no lo seremos.
Poco a poco lo entendemos y por eso estemos muy enfadados’.
(Chuck Palahniuk, ‘El club de la lucha’)
El 22 de julio de 2011 Anders Behring Breivik perpetró el atentado terrorista más brutal de la historia de Noruega. Primero hizo estallar varias bombas en el Regjeringskvartalet, el distrito de Oslo donde se encuentran las oficinas gubernamentales, luego se dirigió a la isla de Utoya armado con un rifle semiautomático y una pistola Glock y sin piedad alguna abrió fuego contra un campamento de verano de las juventudes del Partido Laborista, matando a 77 e hiriendo a más de un centenar de chicos y chicas.
Breivik había dejado escrito un manifiesto titulado ‘2083: Una Declaración de Independencia Europea’ (‘2083: En Europeisk Uavhengighetserklaring’) donde explica cómo la barbarie que perpetró es necesaria para combatir el ‘marxismo cultural’, filosofía destructora del vejo orden heteropatriarcal que está permitiendo la multiculturización de Europa, la destrucción de la raza blanca, la desaparición de los roles de género, y la liquidación de las normas sociales conservadoras de raíces cristianas.
Anders Breivik es un psicópata noruego que perpetró la brutal matanza de Utoya actuando como un lobo solitario, pero forma parte de una pandilla internacional de extrema derecha cristiana que comparte la misma pesadilla: ‘The Great Repleacement’ (El Gran Reemplazo), teoría que en los últimos años ha ganado una enorme influencia entre las nuevas derechas a través de las redes digitales.
Compartiendo pesadilla con el monstruo de Utoya el australiano Brenan Harrison Tarrant mató el 15 de marzo de 2019 a 51 personas además de herir a otras 49 en la mezquita de Al Noor en la ciudad neozelandesa de Christchurch. A igual que su ídolo y referente noruego a quien llama ‘caballero de la justicia’, Tarrant escribió otro manifiesto de 78 páginas titulado precisamente ‘The Great Repleacement’ donde confiesa su admiración no solo por Anders Breivik sino también por otros terroristas de la ultraderecha como Dylann Roof, Luca Traini, Anton Lundin Petterson o Darren Osborne, ‘mártires de la lucha contra los reemplacistas de la raza blanca’.
En Francia la teoría de la conspiración reemplacista se remonta a unas cuantas décadas atrás, constituyendo la principal fuente de inspiración del escritor Renaud Camus, autor de ‘Le Grand Remplacament’ (2011), donde desarrolló la idea de la decadencia de Occidente por culpa de la afluencia de emigrantes africanos, asiáticos y latinoamericanos.
Eric Zemmour coincide en este particular no solo con Renaud Camus, sino también con otro escritor francés, Jean Raspail, autor de ‘El Desembarco’ (‘Les Camps des Saints’, 1973) novela de especulación futurista sobre la destrucción de la civilización europea a causa de la llegada masiva de personas procedentes del Tercer Mundo.
En los Estados Unidos la teoría del Gran Reemplazo ha tenido aún mayor repercusión, especialmente tras la publicación de ‘Los diarios de Turner’ (‘The Turner Diaries’, 1978), otra novela de pura fantasía escrita por William Pierce, dirigente de Alianza Nacional.
El protagonista de ‘Los diarios de Turner’ se llama Earl Turner y es un supremacista blanco que se rebela contra el gobierno norteamericano tras prohibir la posesión de armas de fuego. Miembro destacado de un grupo clandestino bautizado como La Orden, Turner participa en una insurrección que termina siendo de proporciones mundiales, la Gran Revolución, forjada a base de atentados terroristas.
El 19 de abril de 1995 Timothy McVeigh voló el edificio federal Alfred P. Murray de Oklahoma City provocando la muerte de 168 personas e hiriendo a cerca de 680. La bomba tenía una carga de 2.300 kilos de explosivos caseros que había aprendido a hacer leyendo ‘Los diarios de Turner’.
Al igual que Anders Breivik en el juicio por el atentado de Oklahoma su autor no mostró ningún arrepentimiento, muy al contrario dijo ser un cruzado de la Gran Revolución contra la multiculturalidad progresista y el marxismo cultural.
David Lane es otro referente del supremacismo blanco, autor de ‘The White Genocide Manifesto’ (‘El manifiesto del genocidio blanco’, 1995), muy influyente entre los ultraderechistas norteamericanos más lunáticos, convencidos de la existencia de un plan esotérico al estilo masónico diseñado con el objetivo de imponer un gobierno mundial controlado por judíos ateos y marxistas como George Soros.
David Lane estuvo vinculado con el Ku Klux Klan, la Sociedad John Birch, la Aryan Nations, y el Movimiento de las Milicias. Estas y otras asociaciones como el Posse Comitatus, los Montana Freemen, o el grupo Christian Identity, comparten el mismo odio hacia el marxismo cultural y la misma obsesión por la supremacía del heteropatriarcado cristiano.
Mantienen diferentes puntos de vista en relación a algunas cuestiones religiosas y políticas pero la mayoría coinciden en interpretar el ‘Libro de las Revelaciones’ como justificación de la hegemonía de la etnia caucasiana (anglosajones, arios, nórdicos y germanos), raza supuestamente elegida por Dios a diferencia de los negros, indios, hispanos y asiáticos, quienes al carecer de fe consecuentemente carecen de alma.
El ala más antisemita del supremacismo blanco norteamericano cree adicionalmente que los judíos son hijos de Caín y en lugar de ser el pueblo elegido en realidad pretenden crear en todo el planeta el Reino del Anticristo. Este tipo de lecturas bíblicas delirantes son tradicionales entre las sectas bautistas, presbiterianas, metodistas y adventistas.
Los davidianos, sectarios escindidos de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, se establecieron durante los años ochenta en un rancho de Waco, Texas, captaron gente de todo el mundo bajo promesa de restaurar el reino de David en la Tierra, y tras acumular un enorme arsenal de explosivos y fusiles de asalto, protagonizaron en febrero de 1993 un aparatoso enfrentamiento armado con las fuerzas de seguridad que dejó un saldo de 72 muertos, entre ellos el gurú David Koresh, un tipo que se sabía de memoria el ‘Nuevo Testamento’ desde los 11 años y que en el colmo de su frikismo ultracristiano estaba convencido de la necesidad de luchar contra la corrupta ‘Gran Babilonia’.
Al margen de ‘Los diarios de Turner’ varias otras novelas de fantasía y ciencia ficción han sido ampliamente difundidas entre los sectores más derechistas del fundamentalismo cristiano y el supremacismo blanco norteamericano en los últimos años.
Son novelas solo conocidas en los círculos ultraderechistas que alcanzan buenas cifras de venta en las ferias que organiza la National Riffle Asociation, caso de ‘Hold Back This Day’ (2001) de Ward Kendall, pesadilla apocalíptica donde la raza blanca casi ha desaparecido por completo y todo el mundo es de piel oscura, o ‘Bedford: A World Vision’ (2000) de Ellen Williams, distopía futurista que alerta del libertinaje progresista y la corrección política dispuesta a relegar a los americanos blancos y cristianos a la condición de ciudadanos de segunda categoría.
El asesino de Utoya cumple condena en la prisión de Ila, a las afueras de Oslo, y sigue estando orgulloso de su carnicería, ‘un acto atroz pero necesario para despertar a las masas’. El lugar elegido fue un campamento juvenil del Partido Laborista porque según Breivik la socialdemocracia es la principal responsable de destruir los valores familiares tradicionales, promover el relativismo moral, y permitir el establecimiento del islamismo en Occidente.
Para Breivik los progres y las feministas encarnan todos los males de nuestra era, son culpables lo mismo de la crisis energética que de las catástrofes naturales y merecen ser ejecutados pues de otro modo Europa entera terminará convertida en una distopía socialista y multicultural.
En su largo manifiesto el asesino de Utoya tiene incluso tiempo de hablar de José Luis Rodríguez Zapatero, expresidente de España, a quien llama ‘comadreja apaciguada’, y de la fallecida Carme Chacón, cuya elección como ministra de Defensa fue a su juicio una humillación deliberada a la virilidad de las fuerzas armadas españolas.
La pesadilla del asesino de Utoya es la misma de los nuevos líderes populistas de la extrema derecha. Viktor Orbán, primer ministro de Hungría, ha llegado a manifestar que su principal misión es luchar contra quienes pretenden acabar con las raíces cristianas de Occidente. Para Orbán ‘es un hecho que el cristianismo es la religión más perseguida en el mundo en la actualidad’ y por eso es necesario combatir en el ámbito político a las élites progresistas que colaboran a la destrucción de la identidad europea.
En Latinoamérica la nueva extrema derecha ha tenido especial protagonismo en el Brasil de Jair Bolsonaro donde el cristianismo más puritano ha alcanzado una creciente implantación y capacidad de influencia política tras acceder a canales propios de radio y televisión. Bolsonaro tiene como referente filosófico al gurú ultraderechista y antiglobalista Olavo de Carvalho, además entre sus más estrechos colaboradores destacan fanáticos ultracristianos como Ernesto Araújo, el que fuera su ministro de Relaciones Exteriores.
Según Ernesto Araújo ‘la Divina Providencia unió las ideas de Olavo de Carvalho y la determinación y el patriotismo del presidente electo Jair Bolsonaro’. Araújo está convencido de que por detrás del activismo ecológico existe una maniobra secreta del marxismo cultural con el objetivo de establecer regímenes comunistas en todo el mundo. Además según Araújo la pandemia del coronavirus ha sido utilizada por la izquierda internacional ‘para construir un orden mundial sin naciones y sin libertad’.
Thomas Mann creía que ‘el fascismo en caso de volver algún día lo hará en nombre de la libertad’ y Steve Bannon, ex asesor de Trump durante sus primeros meses en la Casa Blanca y gran gurú del movimiento neonacionalista internacional, está convencido de que la lucha de los nuevos movimientos de ultraderecha es necesaria para asegurar la ‘libertad’ de los ciudadanos occidentales.
En su documental ‘Generation Zero’ (2010), Steve Bannon culpa directamente del crack financiero de 2008 a los hippies y progres de la Woodstock Generation. Los abusos de Wall Street son consecuencia del espíritu disoluto de los años sesenta, dice Bannon, y si Occidente está en decadencia es porque los principios del relativismo moral y el placer pagano prevalecen sobre la cultura del esfuerzo protestante y la ética calvinista del trabajo y la meritocracia.
Uno de los libros de cabecera de Steve Bannon es ‘La muerte de Occidente’ (‘The Death of the West’, 2001) de Patrick Buchanan, ensayo que culpa a los filósofos de la Escuela de Frankfurt y a otros intelectuales próximos al marxismo cultural de conducir a la sociedad occidental hacia una destrucción progresiva que solo puede frenarse retornando a los preceptos morales de la Biblia.
Otro libro recomendado por Bannon es ‘El Cuarto Giro: Una profecía americana’ (‘The Fourth Turning: An American Prophecy’, 1997) de William Strauss y Neil Howe. Este ensayo se centra en explicar la tesis generacional que Bannon utiliza en su película ‘Generation Zero’ y es que supuestamente cada 80 años los Estados Unidos sufren una crisis o ‘cuarto giro’ que sienta las bases de un nuevo orden.
Para que los Estados Unidos entren en una nueva fase de cuatro giros Bannon, Strauss y Howe están convencidos de que la civilización occidental necesita recuperar sus valores más tradicionales, de otro modo Occidente caerá en una profunda crisis ante la amenaza del islamismo radical, el relativismo moral, y el multiculturalismo progre.
Antes de asesorar a Trump y a la extrema derecha internacional Steve Bannon estuvo al frente de la web de noticias Breitbart News, especializada en mezclar teorías de la conspiración con fake news. En plena pandemia del coronavirus Bannon fue arrestado por un delito de fraude tras apropiarse de una parte del dinero procedente de donaciones destinadas a financiar la construcción del muro entre las fronteras de México y Estados Unidos.
‘The Movement’ es el nombre que Bannon ha dado a la internacional nacionalista, movimiento nacido dentro de la pujante ‘Alt-Right’ o ‘derecha alternativa’. Muchos líderes de las derechas occidentales han acabado siguiendo en mayor o menor medida las teorías de Bannon cuando utilizan fake news y emprenden campañas electorales de demonización de sus rivales.
Adicionalmente Steve Bannon es conocido por sus vínculos con los asaltantes del Capitolio de los Estados Unidos en enero de 2021 y también con Cambridge Analytica y Aggregate IQ, empresas especializadas en la recopilación y análisis de datos para la creación de campañas de microtargeting político de propuestas de la ultraderecha internacional.
Con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca algunos grupos de extrema derecha se hicieron muy populares, especialmente los Proud Boys (‘Chicos Orgullosos’), organización creada en 2016 adscrita a la doctrina conspiranoica del Gran Reemplazo.
Del otro lado del abanico ideológico norteamericano ha crecido la organización Antifa, que toma su nombre y logotipo del movimiento alemán Antifaschistiche Aktion (Acción Antifascista). A raíz del asesinato de George Floyd el 25 de mayo de 2020 en Minneapolis perpetrado por la policía local, Antifas y Proud Boys protagonizaron episodios violentos en varias ciudades norteamericanas.
Los Proud Boys están convencidos de que tanto Antifa como el movimiento Black Live Matters, surgido como consecuencia de la muerte de varios ciudadanos afroamericanos en el curso de acciones policiales, están financiados por George Soros y otros comunistas supuestamente pedófilos disfrazados de bienhechores de la humanidad.
Los delirios de la extrema derecha norteamericana han alcanzado su cumbre conspiranoica con QAnon, movimiento nacido en Internet a finales del 2017 que abanderó el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021. Según la teoría de QAnon el mundo está controlado por una sociedad secreta formada por adoradores de Satán entre los cuales además del Papa Francisco y Joe Biden hay estrellas de Hollywood, financieros, empresarios, y políticos de izquierdas dedicados a secuestrar niños para torturarlos, violarlos y beber su sangre, como hacían las brujas de la Edad Media.
Además de Joe Biden, George Soros y Bill Gates, Hillary Clinton, Barack Obama, Tom Hanks, y hasta Oprah Winfrey forman parte del malvado ‘Estado Profundo’ satanista contra el que está luchando Donald Trump.
El planteamiento de la teoría de QAnon se sitúa dentro de una larga línea conspiranoica que se remonta a los ‘Protocolos de los Sabios de Sion’ (‘Protokoly Sionskij Mudretsov’), libelo antisemita publicado en 1902 para justificar los progromos en la Rusia zarista que Adolf Hitler utilizaría posteriormente en Alemania con objeto de legitimar el holocausto nazi.
El nazismo surgió de hecho en el seno de varias sociedades secretas donde se practicaban ciencias ocultas, y no solo Adolf Hitler, también el general Francisco Franco creía en la existencia de un ‘contubernio judeo-masónico-comunista internacional’ contra el cual consideraba necesario rebelarse por la fuerza para salvar a la nación española.
Los fascismos se caracterizan a fin de cuentas por la construcción de teorías de la conspiración y la utilización del mito del chivo expiatorio que aparece en la Biblia como parte del ritual del Yon Kipur, la festividad más importante del calendario hebreo. El chivo expiatorio es un macho cabrío que carga con todas las deshonras de la nación y como mito religioso tuvo continuación en la época de las cruzadas cuando los cristianos creían purgar sus pecados cortando cabezas de turcos.
En la actualidad la gran bruja mala para la extrema derecha internacional es George Soros, financiero húngaro de origen judío que se hizo millonario especulando en los mercados de divisas. Soros además y a pesar de ser un especulador financiero de enorme éxito creó en 1993 la fundación filantrópica Open Society para suministrar fondos a causas progresistas y organizaciones de defensa de los derechos humanos.
El apoyo económico que Soros presta a los partidos de izquierda de todo el mundo, a la causa LGTBI, a las asociaciones de ideología de género, a los activistas pro-aborto, a los grupos ecologistas, a la agenda 2030, o a los movimientos Occupy Wall Street o Black Lives Matter, le han convertido en el nuevo Satán de la ultraderecha internacional.
En foros ultraderechistas de Internet se le acusa de ser el principal gestor de un complot mundial cuyo fin es establecer a través de los tribunales y organismos supranacionales una agenda progresista de ingeniería social capaz de acabar no solo con el concepto de Estado nación sino también con la educación religiosa y la familia tradicional.
A raíz de los confinamientos y restricciones de libertades que los gobiernos de todo el mundo se vieron obligados a llevar a cabo para frenar el avance de la pandemia del coronavirus estas teorías neofascistas de la conspiración han trascendido a través de las redes sociales hasta círculos anarquistas y libertarios.
Numerosas manifestaciones de protesta contra las medidas sanitarias se extendieron por todo el mundo en 2020, agrupando a la extrema derecha con ‘plandemitas’ y negacionistas del covid. Incluso personas de talante progresista aficionadas a la medicina alternativa llegaron a caer en la trampa de creer que la pandemia del coronavirus fue orquestada por Soros, Gates y otros miembros de la élite globalista, confabulados con la industria farmacéutica multinacional para instaurar el Nuevo Orden Mundial a través de las vacunas.
Los terroristas de la ultraderecha no pueden confundirse con los políticos o seguidores de la ultraderecha, del mismo modo que sería erróneo e injusto llamar estalinistas y criminales a todos los comunistas, pero la derecha más extrema coincide en la idea del Gran Reemplazo con el asesino de Utoya.
Una parte importante de su ‘guerra cultural’ frontal contra los valores y creencias de los movimientos progresistas es la lucha contra el ‘marxismo cultural’ de las ‘élites globalistas’ para lo cual se han apropiado de la palabra ‘libertad’ así como del espíritu anti-globalización que hasta hace poco parecía privilegio de la izquierda.
Las leyendas siniestras en torno a las élites progres que intentan cambiar el mundo controlándolo al estilo de los Illuminati en todo caso no son nuevas. La Sociedad Fabiana fue un movimiento socialista británico creado a finales del siglo XIX con la idea de difundir ideas progresistas que también se identificó en su día por parte del fundamentalismo cristiano como un peligroso grupo de conspiradores ateos dispuestos a tomar el poder planetario en la sombra.
Virginia Wolff, George Bernard Shaw, Bertrand Russell, o H. G. Wells, entre otros intelectuales progresistas, formaron parte de la Sociedad Fabiana, que a la postre jugó un papel determinante en la fundación del Partido Laborista y el posterior establecimiento del Estado del Bienestar británico. Por su condición irreligiosa la Sociedad Fabiana fue considerada desde su nacimiento como una organización peligrosa para el futuro del cristianismo.
En ‘La conspiración abierta. Planos para una revolución mundial’ (The Open Conspiracy: Blue Prints for a World Revolution’, 1928) H. G. Wells desarrolló su teoría principal sobre la necesidad de crear un nuevo orden mundial capaz de superar los prejuicios, mitos y falsos valores de las religiones, teoría que elaboró con mayor profundidad posteriormente en otro ensayo titulado ‘El Nuevo Orden Mundial’ (‘The New World Order’, 1940).
El Nuevo Orden Mundial que propuso H.G. Wells estaba basado en la ciencia, la educación, y los derechos humanos, sin embargo además de ser miembro de la Sociedad Fabiana, Wells tenía buenos amigos en el teosofismo, movimiento que se puso muy de moda a finales del siglo XIX entre las élites intelectuales anglosajonas a partir de la mixtura de antiguas filosofías occidentales con conceptos eclécticos procedentes de la masonería y el budismo, circunstancia que utilizó el fundamentalismo cristiano para colgarle la etiqueta de conspirador satanista.
En la Sociedad Fabiana, H. G. Wells compadreó con Bernard Shaw y Bertrand Russell, y al margen de sus famosas novelas y cuentos, escribió ensayos magníficos en favor del socialismo democrático. Su influencia trascendió el universo de la literatura para penetrar en el mundo de la política y terminar sirviendo de inspiración a William Beveridge, arquitecto de las bases teóricas que sirvieron para crear el Welfare State (Estado del Bienestar) que el gobierno laborista puso en marcha en Inglaterra durante los años cuarenta del siglo pasado.
De Wells y los fabianos se dijo en su día que en realidad estaban financiados por los grandes empresarios y banqueros de la época, caso de John Rockefeller, J. P. Morgan o la familia Rostchild, y que bajo sus principios socialistas y pacifistas ocultaban prácticas pedófilas y satanistas. Cien años después la estrategia de los nuevos partidos de derecha surgidos en los últimos años pasa igualmente por demonizar a los políticos e intelectuales progresistas, cargando sobre sus hombros todos los males de la humanidad.
Mediada la década de los noventa Chuck Palahniuk escribió ‘El club de la lucha’ (‘Fight Club, 1996) después de tratar con varios neonazis, dando con las claves más profundas del ‘making’ de los jóvenes que comulgan con credos neofascistas. Jack, el protagonista de ‘El club de la lucha’ que en la película del mismo título interpreta Edward Norton, es un tipo que se siente alienado en su trabajo y sufre de ansiedad e insomnio. Después de hacerse adicto a varias terapias de grupo conoce a Tylor Durden (Brad Pitt), un vendedor de jabones.
Los dos comparten el mismo desprecio por la sensibilidad femenina y la misma pulsión por la violencia como única vía posible de afrontar la decadencia del sueño americano. Tras organizar una cadena de clubs de la lucha por todo el país otros jóvenes se van sumando a la causa y así es como nace el Proyecto Mayhem, movimiento político revolucionario y neo-heteropatriarcal que aspira a reventar el sistema por la vía del terrorismo.
En los últimos años varios ensayistas han abordado el asunto de la ansiedad económica por el desplazamiento del hombre blanco hetero, caso del profesor de filosofía Jason Stanley, autor de ‘How Fascism Works: The Politics of Us and Them’ (2018), traducido en España con el título de ‘Facha: Cómo funciona el fascismo y cómo ha entrado en tu vida’. Para Stanley la ideología ultra que hoy rebrota en todo el mundo surge en un contexto de extrema inseguridad económica que afecta a individuos fuertemente marcados por los valores patriarcales.
Como resultado de la larga y profunda crisis del capitalismo el hombre blanco heterosexual ha dejado de disfrutar de la seguridad psicológica y económica que antes tenía e incapaz de reflexionar sobre las verdaderas razones de su presente realidad vuelca sus frustraciones contra los emigrantes, los progres o las feministas. En el fondo de todo este odio subyace ‘la invención de un pasado mítico nacional e ideal’ como dice Stanley.
La nostalgia por los tiempos del heteropatriarcado se asienta en el imaginario de la extrema derecha a partir de las tradiciones religiosas y las conquistas lideradas por heroicos militares. Jason Stanley recuerda que el nazismo floreció a partir del ‘völkisch’, que es como los alemanes llamaban al nacionalismo nostálgico del pasado medieval germánico.
Michael Kimmel en ‘Hombres blancos enfadados: La masculinidad americana en el final de una era’ (‘Angry White Men: American Macsulinity at the End of an Era’, 2015) dice que a medida que los ‘blancos protestantes anglosajones’, más conocidos como ‘wasps’ (white anglo saxon prostestants) están dejando de ser el centro del universo corren el riesgo de recurrir a conductas irracionales.
Por su parte Julia Ebner se ha especializado en el estudio de la psicología profunda del neofascismo y tras infiltrarse en grupos ultras ha escrito ‘La vida secreta de los extremistas’ (‘Going Dark: the Secret Social Lives of Extremists’, 2020), donde sostiene que ‘la extrema derecha y los yihadistas se parecen en sus frustraciones personales y en su deseo de volver al pasado’.
Como Kimmel y Stanley, Ebner cree que la precarización laboral y las grandes desigualdades económicas han desestabilizado los pilares de Occidente y la seguridad que antes disfrutaban los hombres blancos ha desaparecido generando una gran incertidumbre que facilita la propagación de las teorías de la conspiración ultraderechistas. ‘La teoría del Gran Reemplazo ha inspirado ataques terroristas –dice Ebner- pero cada vez está siendo más aceptada en el ámbito de la política’.
Otro libro importante para comprender la filosofía detrás de la nueva derecha internacional es ‘Alt-America: el ascenso de la derecha radical en la era de Trump’ (‘Alt-America: The Rise of the Radical Right in the Age of Trump’) de David Neiwert. Para Neiwert lo más alarmante del fenómeno es la normalización paulatina de las teorías conspirativas.
Neiwert cuenta con toda clase de detalles cómo la nueva derecha norteamericana creció como respuesta a la presidencia de Obama y se ha afianzado con Trump. Además de estar obsesionados con el supuesto complot internacional del marxismo cultural los ‘alt-righters’ desprecian a los derechistas moderados a quienes llaman despectivamente ‘cuck-conservatives’ (conservadores blanditos), expresión que en España utiliza con parecidos términos Santiago Abascal cuando habla de la ‘derechita cobarde’.