6 LA MALDICIÓN DE CARABOSSE
'Pobre esclavo, te quitaron las cadenas del cuerpo pero te las pusieron en la cabeza'. (Jimmy Cliff, 'Poor Slave')
John Maynard Keynes nació en 1883 en Cambridge en el seno de una familia acomodada y estudió en el elitista Eton College y en la prestigiosa Universidad de Cambridge, donde se hizo asiduo de las reuniones de la Cambridge Conversazione Society, cuyos miembros se hacían llamar ‘The Apostles’ (‘Los Apóstoles’).
Posteriormente formó parte del Círculo de Bloomsbury, grupo de intelectuales y artistas que en 1907 empezó a juntarse en la casa londinense de Virginia Wolf, ubicada en el barrio de Bloosmbury, cerca del Museo Británico. Además de practicar el amor libre los bloomsburitas centraron sus actividades artísticas e intelectuales en la rebeldía contra la hipocresía victoriana que dominaba todos los ámbitos de la vida en la moralista Inglaterra de primeros del siglo XX.
Para conocer en profundidad a Keynes es fundamental leer a su biógrafo Robert Skidelsky, autor de varios tomos muy interesantes en torno a su vida y obra. Además también es imprescindible ‘La batalla de Bretton Woods: John Maynard Keynes, Harry Dexter White, y cómo se fraguó un nuevo orden mundial’ (’The Battle of Bretton Woods: John Maynard Keynes, Harry Dexter White, and the Making of a New World Order’, 2013) de Benn Steil.
Sería interesante hacer una película o incluso una serie basada en este apasionante libro que arranca en julio de 1944, cuando a finales de la Segunda Guerra Mundial representantes de cuarenta y cuatro naciones se reunieron en el hotel Mount Washington de Bretton Woods (New Hampshire, Estados Unidos) para diseñar el Nuevo Orden Financiero Internacional.
Keynes llegó a la conferencia un mes después de cumplir 61 años. Traía fama de hedonista y libertino enemigo del trabajo y el ahorro pero a la vez era el economista más prestigioso del mundo después de haber publicado la ‘Teoría general del empleo, el interés y el dinero’ (‘The General Theory of Employment, Interest and Money’, 1936) libro de culto para quienes defendemos el imprescindible papel que el Estado debe ejercer para corregir los abusos y disfunciones del mercado.
A efectos de políticas nacionales la influencia de Keynes fue extraordinaria durante la época dorada del capitalismo en los años siguientes a la Segunda Guerra Mundial pero el mundo nunca fue realmente keynesiano porque el famoso economista británico perdió ‘la batalla de Bretton Woods’.
Keynes defendió en Bretton Woods la creación de un nuevo marco monetario internacional sin ganadores ni perdedores. Para ello estimaba necesaria la creación de una moneda global, el bancor, independizado no solo del oro como referencia, sino también del dólar, y atada al valor del precio ponderado de una cesta de treinta diferentes mercancías.
La propuesta keynesiana era la más sensata de todas para conseguir un equilibrio justo entre naciones pero desde el primer momento se impuso la agenda del representante de los Estados Unidos, Henry Dexter White, cuya misión consistió básicamente en garantizar el poder hegemónico del dólar.
‘Todos pueden opinar siempre que sean complacientes o no digan nada’, llegó a bromear con todo el cinismo del mundo uno de los asesores de H. D. White en la cumbre de Bretton Woods, donde los economistas de la delegación norteamericana incluso escribieron literalmente los discursos de algunos representantes latinoamericanos que ni siquiera hablaban inglés.
H. D. White era un hábil político con buenas amistades no solo en Washington sino también en Moscú pero como economista no le llegaba a Keynes a la suela del zapato, sin embargo no tuvo problema alguno en imponer su plan. En Bretton Woods el eje perdedor de la guerra (Alemania, Italia y Japón) no tuvo voz ni voto como tampoco lo tuvo la Unión Soviética. Por su parte los ingleses no estaban como para sacar pecho ya que estaban muy endeudados con los Estados Unidos, que solo encontraron inicial resistencia en la delegación francesa, encabezada por Pierre Mendès France.
Los franceses terminaron pasando por el aro de los norteamericanos bajo la promesa de formar parte del Plan Marshall y con el compromiso adicional de perpetuar su dominio financiero sobre las colonias de África y el Pacífico mediante la creación de dos monedas neocoloniales con sede en París: el franco CFA y el franco CFP.
De este modo la conferencia de Bretton Woods sentó las bases de un nuevo orden de neocolonización monetaria, comercial y financiera, liderada por los Estados Unidos, auspiciada por Europa, y comandada por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, las dos instituciones que a partir de entonces dictan los patrones económicos supuestamente más convenientes para el progreso mundial.
Año y medio después de la conferencia de Bretton Woods, a finales de 1946, en la cumbre inaugural del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial celebrada en Savannah, Georgia, Keynes pronunció un discurso en la mejor tradición de la literatura fantástica británica que tan importante influencia ejerció en su carrera de economista.
‘Seguramente las hadas de costumbre habrán concurrido al bautizo del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial y habrán traído sus regalos’, empezó diciendo Keynes, en referencia a ‘La bella durmiente’ (‘Sleeping Beauty’), relato procedente de la tradición oral del norte de Europa que cuenta el bautizo de una princesa bendecida por las hadas del bosque hasta que aparece en escena la malvada Carabosse (‘Maléfica’ en las adaptaciones cinematográficas de la Disney) y maldice a la niña con un negro futuro.
Keynes sugirió a los asistentes al bautizo del FMI y el BM que su existencia sería virtuosa solo en caso de recibir las bendiciones adecuadas. La primera bendición deseable para los dos gemelos de Bretton Woods, dijo Keynes en su discurso de Savannah, sería ‘perseguir el bienestar general sin miedo ni favor a ningún interés particular’. Como segunda bendición esperaba ‘una energía y un espíritu indomable ante las dificultades’, finalmente Keynes imploró una última dicha de una tercera hada madrina con los dones de la sabiduría y la ponderación ‘para que a medida que las dos criaturas crezcan puedan ser un apoyo constante para quienes necesiten su ayuda en los momentos difíciles’.
El selecto auditorio de Savannah, donde estaban los políticos y financieros más importantes de la época, escuchó con regocijo las palabras de Keynes, sin embargo éste de pronto hizo una larga pausa dramática y para sorpresa de la concurrencia se acordó de la bruja mala de ‘La bella durmiente’.
Mirando directamente al lugar donde se sentaban los miembros de la delegación de los Estados Unidos, Keynes cerró su discurso diciendo: ‘Esperemos que no haya ninguna bruja Carabosse alrededor porque si en vez de hadas está ella como madrina en el bautizo seguramente lo mejor que podría pasarle a estos dos pequeños es que un día caigan en un sueño eterno para no despertar jamás’.
Cuando mes y medio después de aquel memorable pero olvidado discurso Keynes murió de un infarto en su casa de Londres ya sabía con seguridad que los dos bebés de Bretton Woods estaban condenados a la maldición de Carabosse. Después de todo el viejo y cínico chiste de la aristocracia inglesa que Keynes tantas veces había escuchado en Cambridge -si eres pobre siéntate a comer en la mesa del rico pero si eres rico nunca dejes que el pobre se siente a comer en tu mesa- resume a la perfección lo que ocurrió en Bretton Woods, donde solo cuarenta y cuatro naciones estuvieron representadas en la cumbre ya que la mayoría de los países hoy independientes eran aún colonias o protectorados.
India envió a un delegado que solo fue admitido como parte de la delegación británica, Shanmukham Chetty. En su intervención final en Bretton Woods fue el que mejor explicó los problemas que se avecinaban sobre el nuevo marco financiero neocolonial. En su discurso Chetty vislumbró el nacimiento de un modelo comercial eternamente asimétrico con productos industriales y financieros fluyendo en una dirección, y materias primas o commodities en otra, quedando el precio de estas últimas sujeto al señoreaje del dólar (o del franco en el caso de las colonias franco africanas y del Pacífico) así como a la especulación de los mercados financieros.
Años más tarde el prestigioso economista belga Robert Triffin diagnosticó un importante inconveniente adicional de los acuerdos de Bretton Woods y es que al ser los Estados Unidos el país emisor de la moneda de patrón mundial su banco central estaría obligado a proporcionar liquidez a los mercados globales de tal modo que la emisión creciente de dólares antes o después perdería la capacidad de convertibilidad con el oro.
Así fue como en 1971 Richard Nixon, acuciado por la necesidad imperiosa de dinero-cash para financiar la guerra de Vietnam y la carrera armamentística relacionada con la Guerra Fría, acabó de un plumazo con el patrón dólar-oro. A partir de entonces los Estados Unidos se pueden permitir el lujo de crear dólares de la nada y sin límite alguno aunque para ello necesitan controlar el comercio mundial del petróleo, lo cual les otorga la ventaja de incurrir en déficits gemelos sin que suba su prima de riesgo.
Poco después del crack financiero de 2008, el gobernador del Banco Central de China, Zhou Xiaochuan, mencionó el dilema de Triffin para echarle la culpa de la crisis mundial a la hegemonía del dólar. Ben Bernanke, entonces presidente de la Reserva Federal, contraatacó afirmando que el origen de la Gran Recesión mundial no había que encontrarlo en la centralidad del dólar sino en la guerra de divisas declarada por China al mantener depreciados tanto el valor del yuan como el precio de la mano de obra.
Los dos más grandes banqueros centrales del mundo coincidían al fin y al cabo en la existencia de una incipiente guerra financiera declarada entre los Estados Unidos y China que Donald Trump terminó llevando al terreno cultural, comercial y tecnológico. Lo interesante de este gran pulso entre el Gran Dragón y el Tío Sam es que ambos se necesitan mutuamente para seguir pisando el acelerador de sus respectivos sistemas económicos atrapados en el mismo fetichismo de la productividad y en la misma obsesión por el crecimiento eterno del PIB.
En ‘El Minotauro Global’ Yanis Varoufakis coincide con la tesis de Zhou Xiochuan. Para Varoufakis el problema de fondo es el abuso de poder que ejerce Wall Street en forma de señoreaje monetario bajo el marco del sistema financiero que salió de Bretton Woods. Por eso las dos ‘doncellas’ de la globalización neoliberal (FMI y BM) en vez de haber crecido con la idea de ser un apoyo constante para quienes necesitan ayuda en los momentos difíciles como deseaba Keynes más bien lo que han hecho y siguen haciendo con sus reformas estructurales y sus préstamos con intereses es perpetuar las asimetrías y desequilibrios que proliferan por todo el planeta.
Desde la reciente crisis de la Unión Europea a los efectos tequila, samba, tango o dragón de los años noventa, todos los grandes capitaclismos mundiales de las últimas décadas se han producido dentro del marco de Bretton Woods. Son crisis que tienen su origen en cracks financieros de diversa índole y que tras generar impagos de deudas tuvieron un gran coste económico que han pagado siempre las clases trabajadoras.
En el marco de Bretton Woods nació la Unión Europea, diseñada al gusto de los economistas norteamericanos de agua dulce, que así es como son conocidos en la jerga académica los profesores más liberales de economía de las universidades de Minneapolis, Pittsburgh y Chicago. Consecuentemente ‘la Zona Euro es una miniatura del sistema de Bretton Woods que se estableció tras la Segunda Guerra Mundial y que subordinaba la periferia al centro’ en palabras de George Soros. ‘Los acreedores pueden abusar de los deudores –continúa Soros- porque tienen que pagar tipos de interés mucho mayores, y eso se convierte en una desventaja permanente que amplía las diferencias entre ambos, de tal manera que la periferia estará permanentemente deprimida y dependiente del centro, que acaparará toda la inversión y el talento y dejará a la periferia en crisis permanente’.
La hipocresía occidental es especialmente manifiesta si pensamos que Alemania fue rescatada de su deuda externa tras la Segunda Guerra Mundial y encima recibió generosas ayudas por la vía del Plan Marshall. Los americanos no querían repetir la historia que Keynes explicó en ‘Las consecuencias económicas de la paz’ (‘The Economic Consequences of the Peace’, 1919), donde predijo el ascenso del populismo nazi una vez condenados los alemanes a la austeridad económica como castigo por la Primera Guerra Mundial.
Además mientras los países endeudados han tenido que efectuar el pago de los intereses de sus deudas en dólares a los alemanes les permitieron hacerlo en su propia moneda. Estados Unidos también hizo de paraguas financiero de Japón y Corea del Sur, sus dos principales pilares asiáticos para frenar la expansión del comunismo durante la Guerra Fría. Sin embargo los países africanos se han visto ahogados por la deuda externa como explicó en su día Thomas Sankara.
Sankara fue presidente de Burkina Fasso en los años ochenta y nacionalizó las propiedades privadas para repartir entre los campesinos las tierras de los terratenientes. El ‘Che Guevara africano’ se erigió en el principal crítico mundial de la trampa de la deuda externa, inspirando a otros líderes de otros países subdesarrollados. ‘Los colonizadores se han transformado en asistentes técnicos que gestionan nuestras economías’, decía Sankara, asesinado el 15 de octubre de 1987 a manos de golpistas financiados a través de un complot de imperialistas internacionales y oligarcas locales.
Sankara se enfrentó no solo al monetarismo neocolonizador de Francia sino también al Banco Mundial, al Fondo Monetario Internacional, y a los bancos y prestamistas occidentales, responsables de convertir a los países africanos en esclavos financieros perpetuos.
‘Si no pagamos los prestamistas no se van a morir. –decía Sankara en referencia a la trampa de la deuda externa- Pero si pagamos seremos nosotros los que vamos a morir’. Sankara denunció cómo detrás de las ayudas ‘humanitarias’ al Tercer Mundo del BM y los programas de ajustes estructurales del FMI hay un complejo sistema neocolonial de extracción de la riqueza mediante acciones monetarias y financieras.
Pocos norteamericanos saben cómo se las gasta el gobierno de su país a la hora de armar golpes de Estado, financiar guerras sucias, y desplegar operaciones clandestinas en aquellos países cuyos gobernantes se niegan a pasar por el aro de las imposiciones económicas del consenso de Washington, pero los europeos tampoco somos demasiado conscientes de los problemas relacionados con el sistema monetario neocolonial.
A día de hoy Francia controla la moneda de 14 países africanos. Todos ellos están obligados a almacenar el 60% de su riqueza en divisas del Banco de Francia en París. Pocos franceses saben sin embargo de los turbios métodos empleados en la Françafrique para mantener intactos los intereses financieros de sus oligarquías. La mayoría desconocen que para conservar su estatus neocolonial Francia ha financiado a dictadores, y silenciado e incluso eliminado a sus opositores mediante la extorsión, el espionaje, el soborno, y hasta el asesinato.
La degradación de los barrios periféricos franceses (‘banlieus’) es herencia directa de las políticas neocoloniales porque en lugar de ayudar al desarrollo económico de los países independizados las empresas y gobiernos occidentales han seguido expoliando sus riquezas naturales.
A la vez los inmigrantes africanos que han podido llegar a Europa no han tenido más remedio que concentrarse en los suburbios de las grandes ciudades soportando altas tasas de desempleo y delincuencia. Varios días seguidos de violencia generalizada se produjeron en Francia a finales de junio de 2023 tras la muerte de un menor por un disparo de la policía. Las imágenes de vehículos incendiados y comercios saqueados también estremecieron al mundo durante los estallidos violentos de 2005 y 2017.
¿Por qué tantos países subdesarrollados no consiguen progresar? se pregunta el economista surcoreano Ha-Joon Chang en ‘¿Qué fue del buen samaritano? Naciones ricas, políticas pobres’ (‘Bad Samaritans: The Myth of Free Trade and the Secret History of Capitalism’, 2008) donde llama al Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, y la Organización Mundial de Comercio, ‘la impía trinidad de los malos samaritanos’.
Bajo la falsa máscara de benefactoras de la humanidad el FMI, el BM y la OMC aparentemente ayudan a los países del Tercer Mundo cuando en realidad los condenan a la pobreza con sus duras exigencias a cambio de abultados intereses. Estas tres instituciones llevan décadas sometiendo a los países pobres a las reglas del libre comercio cuando en realidad todos los países ricos han prosperado a partir de políticas intervencionistas y proteccionistas completamente diferentes a las que promulgan el FMI, el BM y la OMC.
En otro de sus muy recomendables ensayos, ‘Retirar la escalera: La estrategia del desarrollo en perspectiva histórica’ (‘Kicking Away the Ladder: Development Strategy in Historical Perspective’, 2002), Ha-Joon Chang recuerda que George Washington nombró en 1789 a Alexander Hamilton como primer Secretario del Tesoro de los Estados Unidos precisamente por su firme oposición al libre comercio que favorecía los intereses de las potencias colonialistas a costa del desarrollo de las naciones emergentes.
'De haber sido ministro de Economía y Hacienda de un país en vías de desarrollo actualmente, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, y la Organización Mundial del Comercio, se habrían negado a prestar dinero a los Estados Unidos, y estarían ejerciendo presiones para la destitución de Alexander Hamilton’, dice el economista surcoreano.
Hamilton es el señor que aparece en los billetes de diez dólares y efectivamente lejos de aplicar políticas liberales como ministro de finanzas de George Washington subsidió a las industrias estratégicas nacionales al tiempo que estableció aranceles al comercio exterior. Hamilton a su vez siguió el ejemplo de sus colegas ingleses pues Gran Bretaña adoptó el libre comercio solo cuando su dominio económico fue absoluto. A partir de entonces los ingleses trataron de convencer a los norteamericanos con los mismos argumentos fariseos que luego los norteamericanos han esgrimido ante el mundo una vez convertidos en la gran potencia industrial y financiera que hoy son.
Los ‘malos samaritanos’ predican por todos los rincones del planeta el libre comercio, la privatización de las empresas estatales, la reducción del gasto público, la desregulación del mercado financiero, y la liberalización del mercado laboral, de este modo los países pobres en vez de recibir una ayuda verdaderamente solidaria, sin intereses ni ajustes de por medio, son obligados mediante reformas estructurales y artimañas financieras a suscribir los principios neoliberales en beneficio de los tenedores internacionales de activos financieros.
El truco es el mismo, ‘to kick away the ladder’, o sea retirar la escalera hacia la riqueza por la que antes subieron las naciones más poderosas en ejercicio de 'haced lo que os digo pero no lo que hice'. Los países del Tercer Mundo no son pobres porque sus ciudadanos sean unos vagos malentretenidos, más bien como explica en sus libros Ha-Joon Chang lo son fundamentalmente porque les han retirado la escalera por la que antes subieron los países ricos. ‘Un verdadero sistema de desarrollo multilateral –escribe Ha-Joon Chang- debería estar basado en el principio del proteccionismo asimétrico de tal manera que precisamente a los países económicamente más débiles se les permita proteger y regular sus economías en mayor medida que a los países más fuertes’.